29/9/05
Fin de la representación
Hoy TVE ha cambiado de criterio. Ha decidido arrumbar las imágenes de las cámaras de seguridad. Tal vez demasiado hermosas para mostrar la miseria a la que se deben. Ya no hay duda en cuanto al color, ni hay tiempos muertos, ni composiciones pictóricas. Ahora, a este lado de la valla, hay retratos de grupo que muestran a los supervivientes del asalto como personas de carne y hueso. La representación ha desaparecido. Hablan incluso. Ya no son los fantasmas de África que apoyan sus escaleras hechas con ramas sobre la valla de la civilización. Ahora son los que son. Yo soy el que soy. Ya no es necesario representar pictóricamente. Ahora entran en juego otros intereses que tienen que ver menos con la estética de Genovés.
Burguesía
Conocí a Genovés en una exposición, hace ya unos años. Es un hombre educado. Me pareció algo tímido. Con el derecho del burgués que compra una litografía me permití preguntarle por qué seguía pintando las mismas cosas que pintaba en el franquismo. No estuve impertinente, pero anduve cerca. Fue muy lacónico; dijo algo así como “¿Por qué no?” Entendió que quería decirle que su pintura estaba fuera de lugar, que había agotado un ciclo, pero no se inmutó. Posiblemente pensó que no tenía sentido enzarzarse con el primero que le reprocha sus repeticiones. A pesar de todo, compré, compramos J.C. y yo, dos litografías estupendas que a mi me recuerdan los tiempos de las carreras delante de los grises o la caída de Allende a manos de Pinochet. La vida: corres delante de la policía para acabar apreciando las estampas que recrean esa imagen de la multitud achuchada por las fuerzas del orden público.
Me he acordado de todo esto viendo en TVE internacional las imágenes tomadas con las cámaras de seguridad de la valla de Melilla. Las cintas están compuestas por fotogramas sueltos; tal vez tres o cuatro por segundo. Cada uno de ellos es un cuadro de Genovés. Tal vez él tuviera razón y su pintura sea ahora tan vigente como entonces. Yo lo dudo. Es más estético en el peor sentido del término, parece que su camino está agotado, pero viendo la televisión he recordado sus cuadros, sus razones, su timidez y su falta de ganas de discutir con el primero que se le acerque.
28/9/05
Acto IV
Ciclo sobre Orfeo en la Cité de la Musique. El New London Consort interpreta la ópera de Monteverdi. Orfeo pierde a Eurídice y decide rescatarla en los infiernos. Plutón le pone como condición que en el camino de regreso no mire hacia atrás, hacia Eurídice. Orfeo –no puede ser de otra forma- gira su cabeza y pierde por segunda vez a su amada.
Después de la representación, en una Brasserie de medio pelo, hablamos acerca del mito. Creo que, a veces, la fascinación por el arte oculta el contenido de éste. Aunque no puedan separarse, me interesa más el hecho de la pérdida de Orfeo que la puesta en escena de Jonathan Miller. Mientras se desarrollaba el acto IV, pensaba en esa idea repetida del mirar hacia atrás. Convertirse en sal, perder a la amada. ¿Qué sentido tiene? ¿A qué vienen estas prohibiciones divinas? La amenaza no está justificada. La acción no merece un castigo semejante, y por eso es posible que se trate del miedo de quien prohíbe a ser desobedecido .
Orfeo en los infiernos, la esposa de Lot abandonando Sodoma, el arte y los retrovisores. No mirar atrás ¿Quién tiene miedo? El asunto de la creación ex novo, de la limpieza del futuro, el borrón y cuenta nueva a partir de un tipo cualquiera de bautismo; véndelo todo y sígueme ¿qué quiere decir? Como los amantes que exigen amor unidireccional, así las prohibiciones de volver la mirada. ¿Alguien teme que no olvidemos de quién aprendimos?
27/9/05
Muecas
En un inmueble de campanillas, no lejos de donde vivo, el portero se entretiene con frecuencia sacando brillo a las planchas de latón de la puerta. Los críos, cuando vuelven de la escuela, hacen muecas a la superficie pulida. Sus cuerpos y sus caras se contraen y se expanden como en un salón de espejos mágicos. Han abierto una zanja en la acera y ahora se refleja una valla colocada para que los peatones no caigan al agujero. Ser pequeño tiene sus ventajas. Se ve más mierda, pero también hay sorpresas agradables.
26/9/05
Decepciones
Con disgusto abandono la lectura de Doctor Pasavento de Vila-Matas. Una cosa es la falta de estructura y otra es escribir por escribir. Vila-Matas marea el tema de la desaparición hasta hacerlo insoportable, no por su falta de interés, sino por la falta de una construcción que permita avanzar al lector por la novela: No se puede construir el Empire State con los palos de un sombrajo. Me da mucha rabia dejar a medias una novela, o mejor una no-novela de Vila-Matas porque he pasado muy buenos ratos leyéndole, pero en esta ocasión, llevado por su propia facilidad, convierte la narración en un asunto imposible, incluso para quienes gustan de liquidar los sistemas tradicionales de escritura. Así que hoy, después de apurar una "demi" abandono a su suerte mi ejemplar en el Jardin Royal, no para que alguien lo recoja, sino para perderlo de vista, a ver si el libro mismo desaparece por merecimiento propio. Antes, anoto los únicos párrafos que el propio autor se encarga después de traicionar:
"El viaje, por poner ahora un ejemplo casi evidente, resultó ser en la antigüedad la trama ideal, porque descubrieron que si algo tenía un comienzo y un final, ese algo era el viaje. Entonces no se sabía todavía lo que era contar una historia, pero sí perfectamente qué era un viaje. Los viajes tenían un comienzo y un final. Eso ponía un orden a las cosas si uno quería contar una historia y acotarla de forma que empezara y terminara. Por eso seguramente la Odisea, con su recuento de un viaje, es una de las primeras historias que se contaron. Hoy sabemos que cualquier persona que sale de viaje puede repetir la experiencia de Ulises, salvo que haya decidido no regresar nunca a casa. En el momento de salir el avión, siempre se pone en marcha una historia que tendrá un final al regresar a casa, salvo que hayamos entrado en esa fuga sin fin de la que hablaba Rom. Pero, ahora bien, ¿en qué momento realmente empezó esa historia? ¿Fue al facturar la maleta o cuando paramos un taxi para ir al aeropuerto o cuando la azafata nos sonrió al damos los periódicos o cuando, diez años antes, comenzamos a soñar en ese viaje o bien cuando nos dormimos durante el vuelo y soñamos que no volábamos?"
Esto y la trama, excesivamente elaborada, alrededor de la rue Vaneau es lo poco que de salvable tiene el libro en sus doscientas primeras páginas. Lo demás, humo.
22/9/05
Gorra
Esto es lo más aproximado que he podido encontrar. Así que por analogía o incluso por fuente simbólica:
"Gorro frigio.
Símbolo fálico, pero en cierto aspecto. El hecho de que sea un sombrero, es decir, corresponda a la cabeza, significa que se trata de erotismo en su forma superior, más alta, sublimada (aunque puede ser obsesionante). Por ello, el troyano Paris -tipo puro del hombre venusino, cuyo destino en suerte y desgracia es enteramente determinado por el eros- se representa con gorro frigio. El color rojo puede tener también un sentido sacrificial, propio (como el de los sacerdotes de Cibeles) o ajeno (como el de los revolucionarios franceses de 1789). Todo bonete rojo tiene similar sentido, en principio. El casquete (il corno) del dux es una estilización del casquete de pescador -lo semejante a lo semejante - puntiagudo (análogo al gorro frigio.)"
Juan-Eduardo Cirlot
21/9/05
En el lodo
Sigo recordando los sueños:
Va a haber guerra. Me falta la gorra del uniforme, así que debo tener cuidado para que no me sancionen. Antes de salir, una mujer (¿mi mujer?) me trae el teléfono móvil y el cepillo de dientes. Para ir al frente, hay que aprender ciertas cosas: un soldado veterano me enseña a manejar una enorme máquina excavadora. Me explica que debo conducir bastante rápido porque, en caso contrario, las ruedas patinan en el barro. En efecto: nos movemos por un enorme barrizal arcilloso de color muy claro, parecido al caolín. En la cabina de la excavadora hay más soldados, de manera que, cuando llega mi turno para sentarme al volante, me despisto durante un momento y otro novato ocupa mi puesto. Cuando termina este entrenamiento, vuelvo hacia no sé dónde. Voy pegado a las paredes de los barracones, al amparo de las sombras para que nadie vea que me falta la gorra. Saldremos en barco.
He econtrado a tanta gorra algo de significado en el diccionario de símbolos de Cirlot.
20/9/05
Enemigo que huye
De vuelta. Al menos, en cuanto a la belleza, algo hemos ganado. El valor de lo bello ha ido girando como una aguja enloquecida por el influjo del imán y ha acabado por perder su sentido tautológico. Tampoco funciona como referencia. Se ha convertido en algo insustancial. La belleza es algo con lo que ya no hay que lidiar. Su rastreo se ha vuelto inútil. Los cánones han desparecido; nos reímos de ellos. Podemos juzgar o emocionarnos frente a un cuadro o un vídeo pero, posiblemente no lo haremos en razón de su belleza. La hermosura huye y no hacemos nada por retenerla. Al contrario, celebramos su huida y delatamos a quienes pretenden la reinstauración. Hay un interregno en el que se aprovechan los pocos ropajes que dejó al salir de palacio, pero está claro que las telas no durarán mucho tiempo y entonces nos enfrentaremos al motivo desnudo. Es posible que, más tarde, le toque el turno a éste último. Ya se van escuchando avisos. Si quienes conspiran para derrocarlo no han tenido éxito, es por su falta de programa; en el momento en el que la ideología esté preparada para explicar su defenestración, el motivo tendrá los días contados. Nos hemos acostumbrado fácilmente a la ausencia de lo bello, tal y como se entendió en el pasado, y apenas percibimos que esto no ha hecho más que empezar.
Mariage
Ayer, cuando volvía a casa a última hora de la tarde, por poco me atropella un coche de novios, decorado con las cintas que los franceses usan para estas ocasiones. Un poco cursis para mi gusto: unas cintas blancas desde la antena a los parachoques delanteros y traseros, y en el radiador unos lazos de gran tamaño. Por poco me atropella. Se supone que los recién casados no discuten. Yo cruzaba por el paso de cebra y el novio no me vio. Se había equivocado en la rotonda anterior y por corregir su dirección por poco se me lleva por delante. Ella le estaba gritando. Con las ventanillas cerradas, no podía escuchar qué se decían. En un momento determinado, él corta el aire con la mano queriendo poner fin al a discusión y la novia, entonces, echa los hombros y el rostro hacia adelante y comienza a llorar. A todo esto, parece que se han olvidado de mí. El coche y yo cabemos en el ancho del paso de cebra. Luego, el novio me mira, mete la marcha, acelera y me esquiva alejándose. La nuca de ella choca violentamente contra el reposacabezas.
18/9/05
Tipografías
La portada de Guerre à la tristesse, publicado a finales de los cincuenta, parece tener una cierta relación con el cartelismo socialista que terminaba su ciclo precisamente entonces. Y a la vez, conecta con las fundas para discos de 45 revoluciones que comenzaban a hacerse populares. Tal vez la falta de color, la tipografía (dese luego la itálica no le conviene en absoluto), la composición, hacen que la imagen resulte extremadamente melancólica y carente de la fuerza que merece el libro. En Drouot son frecuentes las subastas de carteles antiguos por los que se pagan buenas sumas de dinero. Es un arte que ha ido a menos, el pasquín ha sido sustituido por el esténcil y ya sólo se pegan los reclamos del circo cuando éste llega a las ciudades. En realidad, ni eso, porque casi no se pegan: se colocan sobre estructuras que a su vez se fijan a las farolas de las avenidas, Pegar, lo que se dice pegar, sólo se pega la faja en la que se indica el lugar donde quedará instalada la carpa y las fechas en las que habrá función. Están también los grandes carteles publicitarios colados en vallas al efecto, pero esto es otra cosa.
Durante algunos años, hace ya mucho, convivieron el collage marxista, el constructivismo llevado al anuncio, con el reclamo de las lámparas Zeda, de los digestives:
Dubo
Dubon
Dubonnet.
Recuerdo a Victor F. que en su cuaderno de apuntes de derecho procesal había escrito con grandes letras Pro, Proce, Procesal. No viene al caso. ¿Y? y nada. Estoy de nuevo en el sótano de la casa. Antes, en la entrada me he cruzado con los gemelos que , sin quitarse sus respectivas gorrillas, bajaban ya los muebles a la furgoneta. Tengo permiso de T.C. para coger algunos libros, a cambio de que le prepare el resto en lotes para poder venderlos en el Marché Dauphine. El deceso del propietario ha debido ser hace poco, en un estante se hallan los libros que, al parecer, no había leído todavía. Me acuerdo de Mercedes: Hay un ejemplar de las conferencias radiofónicas que dio hace años Steiner bajo el título genérico de Nostalgia for the absolute.
17/9/05
El patio inglés
Estoy en el sótano de una buena casa, en el 9ème. Hay una especie de patio inglés y veo los zapatos de los viandantes. Los zapatos y los bajos de los pantalones, las medias o los tobillos desnudos. (por cierto: ahora estamos acostumbrados a todo, pero vistos en contrapicado, unos buenos tobillos no tienen comparación con nada.) Como la calle es tranquila, oigo primero los pasos y calculo cuándo debo dirigir la mirada hacia el ventanillo. Así no me puedo concentrar, el anuncio primero y las sombras después, proyectadas sobre la mesa en la que leo, me hacen perder el hilo constantemente, A ratos oigo a T.C. en el pido, moviendo algún mueble o desclavando algo. Dejará todo preparado para que los gemelos se lo lleven mañana al almacén de Jean Jaurés. Estoy leyendo un ejemplar de Guerre à la tristesse de Inge Morat. Visto cincuenta años después el título resulta irónico, porque tanto el texto acerca de la España de la época, como las fotos de las fiestas de San Fermín, producen una enorme melancolía. Estoy seguro de que no es lo que pretendía Morat, pero en eso se ha convertido este libro, creo que el primero que publicó. No deja de ser curioso que las únicas fotos que no son suyas, sean las de los encierros. En los títulos de crédito se señala la autoría de fotógrafos locales. Quizás Morat no tenía un pase para colocarse en el vallado o no estaba bien visto que una mujer se ocupara de tales menesteres. No lo sé. Qué distintas son las caras de los jóvenes divirtiéndose o la de los curas subiendo en procesión por la calle Curia a las que podemos ver hoy. Todas las caras fotografiadas sean de quien sean, se vuelven enseguida rancias. Es igual que sea la de un Bosquimano. Si se le fotografió hace treinta años, uno se da cuenta de que tiene cara de antiguo. Los chicos de Inge Morat, vestidos con blusones negros, son tan antiguos que parecen atemporales, acrónicos. Tal vez nos parezcamos a nuestreos progenitores, pero en términos generales, nuestras caras no tienen nada que ver con las de la generación anterior. Siempre hay una excepción y enseguida alguien dice: -mira qué cara más antigua tiene ese tipo.
15/9/05
Baja frecuencia
Voy a buscar a T.C. a su cochambroso hotel de la rue Felicité. Le digo que me espere en el recibidor. No tengo ganas de subir a la habitación y permanecer de pie entre la cama y la pared mientras se calza los zapatos. Tampoco tengo la confianza suficiente para decirle por qué coño vive en esta pocilga. No hablamos mucho de dinero, pero creo que puede permitirse algo un poco mejor, un apartamento en el extrarradio en el que entre algo de luz.
Salimos a tomar algo, pero antes le arrastro hasta Cardinet. Él ya sabe que voy a llevarle hasta allí. Es casi un peaje. Sentados en un banco de la estación, viendo los trenes, le pregunto de qué color es el cielo ahora que atardece. Y el no lo duda un momento. -Ese cielo –dice- es del color del Ricard.
A veces tengo la sensación de que es A.I. la que me manda algún tipo de onda que lleva un mensaje o un ruego: “Saca a pasear a T.C. Ve a buscarlo. Llévale a dar una vuelta.” Creo notar un influjo electromagnético que se puede radiar y propagar a distancia y que mediante su modulación puede transmitir señales de baja frecuencia, como las del sonido. Y es verdad que la frecuencia de la onda portadora radiada identifica la estación emisora: Es A.I. que dice: “Saca a T.C. a cenar.” Yo emito otra que dice “¿Por qué no le sacas tú? Pero enseguida cierro la emisión, no vaya a ser que en su mensaje haya otro oculto -que no puedo descifrar- del tipo “No me pidas cuentas si salgo con T.C.”
14/9/05
Creación
O quizás, todo sea producto de un malentendido que, al menos en la lengua española, podría achacarse a las palabras. Lass entradas del D.R.A.E. son casi inversas en su orden a las del Diccionario de Filosofía de Ferrater que dice:
"El término creación puede entenderse filosóficamente en cuatro sentidos: (1) Producción humana de algo a partir de alguna realidad preexistente, pero en tal forma que lo producido no se halle necesariamente en tal realidad; (2) producción natural de algo a partir de algo preexistente, pero sin que el efecto esté incluido en la causa, o sin que haya estricta necesidad de tal efecto; (3) producción divina de algo a partir de una realidad preexistente, resultando un orden o un cosmos de un anterior caos; (4) producción divina de algo a partir de la nada o creatio ex nihilo."
"El sentido (1) es el que se da usualmente a la producción humana de bienes culturales, y muy en particular a la producción o creación artística. Este sentido ha estado ligado con frecuencia, cuando menos en la historia de la filosofía occidental, y en particular a partir del cristianismo, a los sentidos (3) y (4). El creador, y más específicamente el artista, han sido a veces comparados con un demiurgo y a veces con un Dios -con un Dios, sin embargo, finito, y sólo capaz de producir cosas finitas, por valiosas y hasta sublimes que fuesen-o Puede hablarse en este respecto de una «gran analogía» (véase M. C. Nahm, op. cit. infra) como consecuencia de los intentos de explicación de la actividad estética a base de una comparación de esta actividad con la divina. Esta explicación ha sido doble: por un lado, se ha comparado al artista y a Dios como creadores en el sentido (4); por el otro, se los ha comparado con «productores» o «hacedores» en el sentido (3). Los problemas que ha suscitado la noción de creación en el sentido (1) han sido múltiples, pero se han centrado por lo común en los niveles siguientes: psicológico, estético (y axiológico) y teológico. Filosóficamente, la estética (VÉASE) es la disciplina que se ocupa preferentemente de la cuestión de la creación artística, estableciéndose con frecuencia analogías entre este tipo de creación y otros tipos de creación: la científica, la política, la filosófica, etc. Dentro del presente sentido de la creación puede incluirse asimismo el concepto existencial de la creación de la propia existencia en el curso de decisiones últimas."
Esto nos llevaría a la incisiva apostilla de Mercedes acerca de lo absoluto.
Modificar el sentido de algunas palabras, podría mejorar la conprensión. V. gr.: Un periodista que habla de un pintor de Bilbao, no debería decir "el creador vasco fulano de tal" o directamente "el creador vasco." Damos muchas vueltas a la rueda de las palabras en el asunto de la estética y luego hay que ir por ahí precisando qué es un artísta plástico o qué un video-creador.
13/9/05
Hachazos
Dice ud. Sr. Pynaqui :“¿Y si perdemos el arte después de rondarlo? ¿y si lo abandonamos o él nos abandona y se establece como un recuerdo? o ni siquiera eso, liberarnos de la ansiedad de la representación de la acción, de la búsqueda de un lugar o de un objeto especulativo a remolque de la vista, de la exigencia, de la trayectoria profesional.”
Creo que da ud. en el clavo. Y le propongo, sin ánimo de nada, (casi) como un juego, que diga si alguna vez ha sentido la carga del trabajo estético sobre usted. Es decir: si, como otras personas en otros ámbitos, ha dicho alguna vez “alguien tiene que hacerlo.” ¿Es el arte una maldición como el sudor de la frente? ¿Se trata sólo de rondarlo o abandonarlo, o es una cadena con bola?
A propósito, habla ud. de representación, que para mí vale. Pero no creo que sea suficiente para ud. que niega con frecuencia la relación de la estética y el lenguaje.
Recordará a Barthes zanjando la cuestión acerca de si la fotografía es o no un arte. Es una pieza del puzzle, pero su argumentación era soberbia. Me pregunto si en algún sitio estará zanjado el problema del puzzle total, el problema de la utilidad del arte.
Este salto es excesivo para mí. Da un poco de cosa asomarse al vacío de las necesidades. El punto muerto y freno de mano (relativo) de Oteiza, frente a la directa de Rothko no acaban con la cuestión y en cuanto hablamos del asunto, el discurso queda enseguida edulcorado por el propio contenido y por las familias de palabras que hacen referencia a aquél. Sus preguntas, estimado mr. Pynaqui dan miedo, porque una cosa es revolotear alrededor del asunto y otra darle un hachazo.
12/9/05
11/9/05
Rodillos
Tal vez sea una cuestión de velocidad: para algunos el único placer nuevo al que hemos accedido en el siglo XX. La velocidad ha podido cambiar nuestra percepción hasta el punto de impedirnos pensar en la estética como una forma de ética. Pongamos el ejemplo de Picasso pintando un toro sobre un cristal horizontal. Al otro lado, un cámara registra la escena. Picasso pinta con una enorme facilidad, con tres o cuatro trazos, muy rápidamente. Tengo la sensación, posiblemente equivocada, de que en las artes plásticas ha arraigado la velocidad casi como necesidad. Y que esa rapidez de ejecución es inversamente proporcional a la influencia de la obra. No digo que pintar rápido sea bueno o malo. Digo que los caminos difieren. Que la producción artística no puede influir como lo hizo antaño. Piénsese en represtaciones de carácter religioso en los pórticos que enseñaban las consecuencias del bien y del mal; en el tiempo en que tardaron en tallarse y en el inmediato efecto sobre los feligreses, incluso durante la ejecución de la obra. Cuanto más rápido más tardamos en asimilar. La melena al viento sin entender nada. A caballo, evitando las ramas bajas. Si al menos fuera así, tendríamos a nuestro favor el acto de cabalgar, pero –como en un viejo chiste de Topor- parece que los operarios van haciendo girar con dos rodillos un paisaje pintado, mientras permanecemos sentados sobre un caballo de cartón.
10/9/05
Los pies de los caballos
Acompaño a A.I.: unos polacos quieren ver Trocadero. Por supuesto, primero la torre Eiffel, pero después, Trocadero. Siempre las mismas fotos, los mismos chorros de agua, las mismas patas de caballos de bronce.
La mañana incluye una visita al Museo de la Marina, donde pueden verse, tal vez, los mejores cuadros de Isabey. Pero también estas tallas de madera que representan al otro, al encontrado en el viaje, en la aventura. Al salvaje que lo mismo se acerca al mediodía en su canoa para ofrecerte fruta o durante la noche para degollarte duarante la guardia.
El Museo de la Marina debería cerrar por la misma razón por la que lo hizo el Museo del Hombre. No cabe duda de que la sutileza del escultor está en contraposición con la idea actual de civilizaciones. La forma de ver ya no es la misma. Así que ¿por qué no echar el cierre? ¿No es una forma de opresión o de desprecio, mostrar el viejo potencial investigador, cultural, por no decir colonial de un país?
V.R. –que acabó asesinado en Sudamérica- me lo dijo justo antes de empezar la universidad.
- El estudio –me dijo- es una forma de opresión.
Él se marchó a Colombia. Yo me he quedado por aquí, viendo esculturas de Papúa o Nueva Gales, mirando la gloria de occidente que se cuartea: jerséis baratos amontonados en los puertos y la barca de María Antonieta en Trocadero.
9/9/05
Producción de efectos
Y sin embargo: "...el arte es una de estas acciones. Es una forma de acción emparentada con el idealismo. Ambas son expresiones de un mismo impulso, y el ser humano que no consigue satisfacer este impulso de una u otra manera es tan culpable de escapismo como aquel que no logra dedicarse a la satisfacción de las necesidades fisiológicas. De hecho, el ser humano que dedica toda su vida a hacer girar la rueda de la industria, de tal manera que no tiene ni tiempo ni energía suficientes para satisfacer cualquier otra necesidad que tenga su organismo humano es, de lejos, más escapista que aquel que ha logrado desarrollar su arte. Pues el ser humano que desarrolla su arte sí se ajusta a sus necesidades físicas. Él sí entiende que el hombre necesita pan para poder vivir, mientras que el otro no es capaz de entender que no sólo de pan vive el hombre. El arte no es tan sólo una forma de acción, sino que es una forma de acción social, puesto que el arte es un tipo de comunicación que cuando penetra en un entorno produce sus efectos de la misma manera que lo hace cualquier otra forma de acción. Podría decirse que su uso como medio de acción social depende del número de personas al que afecte. "
Ni de lejos tan elegante como Oteiza citado por Manterola, pero ojalá fuera tal y como lo dice Rothko (La Realidad del artista)
8/9/05
Líquenes
La visibilidad en París es hoy de 9,9 kms. Eso es todo lo que alcanzaremos a ver hoy en línea recta. No es mucho.
Para el que siempre está dispuesto a no actuar, el refugio es la vista. Mirar y luego un comentario, unas líneas. ¿Y? y nada. Pincho en hueso. Es verdad que a veces entrevemos el motivo de la representación, pero éste se vuelve las más de las veces una excusa.
Ver, ver. Permanecer impasible, ahora que la inactividad es pecado capital. Junto al puente de Bir Hakeim el metro viene y va. Se detiene ora en este lado ora en el otro, escupe y engulle viajeros y sigue su camino. En la baranda de piedra desde la que miro, hay líquines amarillos, signo –según dicen- de la buena calidad del aire. Estos deben se líquenes mutantes.
9,9 km. C’est tout. ¿Cuándo alcanzaremos a vernos la espalda?
¿Qué remedio hay para el que mira? Es que tú sabes mirar. Sí, seguro. Será un problema de constitución física. La chepa me hace mirar hacia abajo o como mucho, justo por debajo del horizonte.
¿Qué remedio hay para el que mira? Es que tú sabes mirar. Sí, seguro. Será un problema de constitución física. La chepa me hace mirar hacia abajo o como mucho, justo por debajo del horizonte.
Sin embargo, hay que mirar. ¿Qué hacen otros? ¿Por qué se dedican a representar? No sé qué, pero algo daría por la fe de Rothko; la que tuvo mientras dejó de pintar y se dedicó a las divagaciones acerca de lo visible y lo táctil. Fe. Ver y Creer. Santo Tomás. Santo al fin a pesar del dedo en la llaga. Es una esperanza.
7/9/05
Novela y realidad
Las imágenes televisivas aplanan la realidad. La forma de grabar los reportajes, de transferirlos, el satélite o lo que sea, da como resultado la amalgama sin profundidad frente a la que nos sentamos. El asunto es que todo queda plano. Los sentimientos de las personas que aparecen, sus emociones, carecen de relieve; tienen el grosor de un papel de fumar y el hombre se convierte en miseria, no por lo que le acontece sino por su aspecto desleído. Puede hablarse de escándalo ante la imagen del cuerpo yacente sobre una silla de ruedas, apenas cubierto por una chaqueta, pero lo que realmente vemos es una película finísima que se desintegraría si pudiéramos sostenerla entre los dedos. En televisión, no hay imagen que dé una idea cabal de la realidad. Estos días, como todos los que lo han leído, me acuerdo de Las palmeras salvajes de Faulkner: una descripción incomparable del Mississippi desbordado. Las personas son personas, sus sufrimientos son de verdad y la superficie que cubre el agua es mucho mayor que la que puede verse en el plano tomado desde un helicóptero. Es una novela, pero es mucho más cierta que la realidad.
6/9/05
Sueños y voltios
Hay también un tipo de sueño traidor, engañoso, que no desvela su final, que nos deja como a enfermos que no pueden recordar. Soñamos a veces con el origen de todo, con los motivos por los que somos, pensamos o miramos de una determinada manera. En esas ocasiones, cuando me despierto sé que he visto mi propio origen, estoy seguro. Sin embargo, no llego al fondo del vórtice, el último de los puntos que forman la línea de lo soñado se va desvaneciendo conforme me acerco a él, y ese desvanecimiento me priva de una visión ascética. Tal vez podamos conocer nuestro origen estético de otra forma. ¿De cuál? ¿Por qué el sueño, en vez de amagar, no nos lo revela durante un instante recordable?
A veces, he entrevisto un momento concreto, una imagen, del que todo lo demás trae causa. No me refiero a las influencias, a las lecturas o la contemplación de los cuadros que amamos, sino a motores que parecen serlo a su pesar, a elementos que hacer girar el mundo de las ideas sin estar concebidos para ese fin. Motores que parecen funcionar apenas con una pila de un voltio, allá, al fondo de nuestras entrañas.
5/9/05
Jung
Hace ya unos días, desde que volví, recuerdo mis sueños. Es algo placentero. Es verdad que lo que recordamos es apenas una fracción de segundo, una nada comparado con la vastedad de la noche. Pero qué bien sabe recordar, aunque sólo sea un poco. El tiempo en el que más recordé fue mientras leí a Jung. Sus libros son atrapadores de sueños, son redes en las que las imágenes quedan retenidas y salen de mañana: tiras un poco y, como los pañuelos de los prestidigitadores, van una detrás de otra anudadas por las puntas. Si alguien quiere recordar sus sueños basta con que lea Recuerdos, sueños, pensamientos. El éxito está asegurado.
He soñado con tres cosas. Las dos primeras se repiten desde la juventud.
Me lanzo a un canal o a un río que en este caso parece ser el Sena y nado hasta llegar a aguas abiertas. Cruzo el Atlántico sin atisbo de cansancio y gano finalmente la costas de Brasil.
Puedo ver el Infinito y la Nada, opuestos el uno a la otra. Están hechos de goma-espuma y flotan en el vacío tocándose de vez en cuando, de manera casual.
Llego a una ciudad que no conozco. Aparco el coche y en un acto de absoluta imprudencia olvido anotar la calle donde lo dejo. La ciudad es enorme, posiblemente árabe. Hay un laberinto de calles y pasillos, casas, torres, monumentos. Me doy cuenta de que estoy perdido. Finalmente una especie de clérigo con barba, tal vez un monje ortodoxo, me ayuda, o eso creo, a salir. Aparezco en el metro, frente a las escaleras de salida de una boca, comienzo a subir para darme de bruces con una empresa de trabajo temporal.
4/9/05
3/9/05
La línea
Retiro de la oficina de la mensajería el paquete que me hice enviar desde Nueva York; finalmente no pude resistirme y compré una pequeña flauta de Burkina Faso en Pace Primitive. Hasta cierto punto hay en esta compra un deseo de imitación. Siempre me han gustado las fotos de principios de siglo en las que Bretón y sus amigos aparecen en sus casas rodeados de máscaras africanas y figurillas de todo tipo, y tengo la sensación de que el arte africano no sólo resultó una ayuda para la estética europea de principios del XX sino que sigue siéndolo cien años después.
Ahora, sin embargo, las connotaciones son diferentes. Hace un siglo, la ingenuidad, la inocencia tal vez, permitía ver estos objetos como elementos plásticos de una gran energía. Hoy, su compra, su posesión, arrastran un cierto grado de culpabilidad general. Se trata de sacar de su lugar de origen partes de la cultura autóctona para el disfrute de otros que lo único que harán es comparar esos “trofeos” con la forma de trabajar la estética en el primer mundo.
Uno se convierte en expoliador a pequeña escala, aun sabiendo que, de otro modo, la figurilla acabará arrumbada, destruida por la apisonadora de los objetos triviales que van inundando todos los rincones de la Tierra.
Después de recibir el aviso para recoge mi figurilla, leí en el periódico un largo reportaje acerca de los dos últimos incendios en los que han muerto varios emigrantes africanos. De repente, todo me resultó paradójico. La falta de inocencia se hizo más patente todavía y…bueno, lo demás es de sobra conocido. Enseguida nos interrogamos sobre el grado de culpabilidad propia, sobre el influjo de los medios o acerca de cuánta responsabilidad podemos adjudicar a las administraciones públicas.
Recuerdo dos exposiciones en el Louvre: una, la mayor colección de arte y artesanía tribal que se había presentado hasta entonces debidamente catalogada. La otra recogía elementos de carácter primitivo realizados con materiales actuales. Recuerdo la reproducción de una habitación para tomar el té en la que los asientos eran bolsas de plástico de las que los marroquíes utilizan para transportar su equipaje en verano, atravesando España. Entre las dos exposiciones, que apenas distaron en el tiempo, parecía encontrarse esa línea invisible que se cruza cuando comenzamos a despreciar nuestra propia producción artesanal.
Tampoco puedo olvidar a mi madre comprando a una mujer dos platos de cerámica en un pueblo de Salamanca, de cómo la mujer aceptó encantada el precio ofrecido y de cómo mi madre tuvo, sin decirlo, la misma sensación que tengo hoy al abrir el paquete de Fedex.
2/9/05
Diccionarios
Dice Durero “…porque un buen pintor está en su interior lleno de figuras, y si fuera posible que viviera eternamente, siempre tendría algo nuevo que expresar a través de sus obras, extrayéndolo de las Ideas interiores sobre las que escribe Platón.”
Viene esto al caso de los diccionarios de ideas recibidas, de su uso y abuso. Hay quien dice que, en verano, cuando un articulista no tiene nada de qué hablar, se arranca desde la A a la Z con cualquier excusa.
Estaba leyendo el Diccionario de ideas recibidas del pintor Eduardo Arroyo, escrito por Francisco Calvo Serraller y tengo en parte esa impresión. En realidad es una forma como otra cualquiera de acumular ideas o de exponerlas, pero las más de las veces resulta artificial. Se refiere Calvo al diccionario de ideas recibidas de Flaubert, como una obra inacabable. Habla también de pasada de esa idea borgiana de levantar un mapa del mundo escala 1:1. Son, creo, apoyos para una obra escasa.
Por otra parte, la utilidad de este tipo de diccionarios, cuando son propios, está fuera de toda duda, La elaboración personal de un listado de ideas recibidas, empiecen éstas por la A o aparezcan en revuelto, ayudan al cabo a recordar qué ideas tuvimos o recibimos en un momento determinado. Hay al respecto, una recomendación que hace más de un escritor: las notas que se tomen deben ser claras y si es necesario, prolijas. Cualquiera que tome notas habrá sufrido la decepción de no entender qué quería decir en un par de líneas escritas hace una semana. Tampoco está mal un diccionario personal de dudas.
A
Aterrizaje: ¿Debe aplaudirse al piloto que lo hace con extrema suavidad?
1/9/05
En casa
A esa especie de miedo contribuye el aspecto de la terminal de salida. Hay un mostrador atendido por una mujer que muy bien podría ser un autómata y para llegar al andén hay que tomar un pasillo hacia la derecha, poco iluminado y con un aire de tenebroso futurismo. Hace poco alguien me hablaba de Metrópolis: algo así. Las sombras son demasiado alargadas, profundas, y no dan sensación de confianza. Llego a casa sin incidencias y abro las maletas. Debajo de la puerta hay un aviso de una mensajería para que pase a retirar una caja llegada de Estados Unidos. El contestador está vacío. El vecino está bien
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