A esa especie de miedo contribuye el aspecto de la terminal de salida. Hay un mostrador atendido por una mujer que muy bien podría ser un autómata y para llegar al andén hay que tomar un pasillo hacia la derecha, poco iluminado y con un aire de tenebroso futurismo. Hace poco alguien me hablaba de Metrópolis: algo así. Las sombras son demasiado alargadas, profundas, y no dan sensación de confianza. Llego a casa sin incidencias y abro las maletas. Debajo de la puerta hay un aviso de una mensajería para que pase a retirar una caja llegada de Estados Unidos. El contestador está vacío. El vecino está bien
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