7/9/05

Novela y realidad

Las imágenes televisivas aplanan la realidad. La forma de grabar los reportajes, de transferirlos, el satélite o lo que sea, da como resultado la amalgama sin profundidad frente a la que nos sentamos. El asunto es que todo queda plano. Los sentimientos de las personas que aparecen, sus emociones, carecen de relieve; tienen el grosor de un papel de fumar y el hombre se convierte en miseria, no por lo que le acontece sino por su aspecto desleído. Puede hablarse de escándalo ante la imagen del cuerpo yacente sobre una silla de ruedas, apenas cubierto por una chaqueta, pero lo que realmente vemos es una película finísima que se desintegraría si pudiéramos sostenerla entre los dedos. En televisión, no hay imagen que dé una idea cabal de la realidad. Estos días, como todos los que lo han leído, me acuerdo de Las palmeras salvajes de Faulkner: una descripción incomparable del Mississippi desbordado. Las personas son personas, sus sufrimientos son de verdad y la superficie que cubre el agua es mucho mayor que la que puede verse en el plano tomado desde un helicóptero. Es una novela, pero es mucho más cierta que la realidad.

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