Retiro de la oficina de la mensajería el paquete que me hice enviar desde Nueva York; finalmente no pude resistirme y compré una pequeña flauta de Burkina Faso en Pace Primitive. Hasta cierto punto hay en esta compra un deseo de imitación. Siempre me han gustado las fotos de principios de siglo en las que Bretón y sus amigos aparecen en sus casas rodeados de máscaras africanas y figurillas de todo tipo, y tengo la sensación de que el arte africano no sólo resultó una ayuda para la estética europea de principios del XX sino que sigue siéndolo cien años después.
Ahora, sin embargo, las connotaciones son diferentes. Hace un siglo, la ingenuidad, la inocencia tal vez, permitía ver estos objetos como elementos plásticos de una gran energía. Hoy, su compra, su posesión, arrastran un cierto grado de culpabilidad general. Se trata de sacar de su lugar de origen partes de la cultura autóctona para el disfrute de otros que lo único que harán es comparar esos “trofeos” con la forma de trabajar la estética en el primer mundo.
Uno se convierte en expoliador a pequeña escala, aun sabiendo que, de otro modo, la figurilla acabará arrumbada, destruida por la apisonadora de los objetos triviales que van inundando todos los rincones de la Tierra.
Después de recibir el aviso para recoge mi figurilla, leí en el periódico un largo reportaje acerca de los dos últimos incendios en los que han muerto varios emigrantes africanos. De repente, todo me resultó paradójico. La falta de inocencia se hizo más patente todavía y…bueno, lo demás es de sobra conocido. Enseguida nos interrogamos sobre el grado de culpabilidad propia, sobre el influjo de los medios o acerca de cuánta responsabilidad podemos adjudicar a las administraciones públicas.
Recuerdo dos exposiciones en el Louvre: una, la mayor colección de arte y artesanía tribal que se había presentado hasta entonces debidamente catalogada. La otra recogía elementos de carácter primitivo realizados con materiales actuales. Recuerdo la reproducción de una habitación para tomar el té en la que los asientos eran bolsas de plástico de las que los marroquíes utilizan para transportar su equipaje en verano, atravesando España. Entre las dos exposiciones, que apenas distaron en el tiempo, parecía encontrarse esa línea invisible que se cruza cuando comenzamos a despreciar nuestra propia producción artesanal.
Tampoco puedo olvidar a mi madre comprando a una mujer dos platos de cerámica en un pueblo de Salamanca, de cómo la mujer aceptó encantada el precio ofrecido y de cómo mi madre tuvo, sin decirlo, la misma sensación que tengo hoy al abrir el paquete de Fedex.
Los cuadros de Orly-Antony y JFK son suyos? supongo. Cómo me gustan sus cuadros.
ResponderEliminarUn saludo. emmab
Orly-Antony es una acuarela.
ResponderEliminarJFK es... un proyecto de acuarela.
Gracias.