15/9/05

Baja frecuencia

Voy a buscar a T.C. a su cochambroso hotel de la rue Felicité. Le digo que me espere en el recibidor. No tengo ganas de subir a la habitación y permanecer de pie entre la cama y la pared mientras se calza los zapatos. Tampoco tengo la confianza suficiente para decirle por qué coño vive en esta pocilga. No hablamos mucho de dinero, pero creo que puede permitirse algo un poco mejor, un apartamento en el extrarradio en el que entre algo de luz.

Salimos a tomar algo, pero antes le arrastro hasta Cardinet. Él ya sabe que voy a llevarle hasta allí. Es casi un peaje. Sentados en un banco de la estación, viendo los trenes, le pregunto de qué color es el cielo ahora que atardece. Y el no lo duda un momento. -Ese cielo –dice- es del color del Ricard.

A veces tengo la sensación de que es A.I. la que me manda algún tipo de onda que lleva un mensaje o un ruego: “Saca a pasear a T.C. Ve a buscarlo. Llévale a dar una vuelta.” Creo notar un influjo electromagnético que se puede radiar y propagar a distancia y que mediante su modulación puede transmitir señales de baja frecuencia, como las del sonido. Y es verdad que la frecuencia de la onda portadora radiada identifica la estación emisora: Es A.I. que dice: “Saca a T.C. a cenar.” Yo emito otra que dice “¿Por qué no le sacas tú? Pero enseguida cierro la emisión, no vaya a ser que en su mensaje haya otro oculto -que no puedo descifrar- del tipo “No me pidas cuentas si salgo con T.C.”

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