Hágalo usted mismo, señor Rorschach

No se distingue bien qué hay sobre la rodilla izquierda de la chica. Podría ser un tatuaje. Tiene otros en el hombro derecho: unas mariposas hechas con poco mimo. Lo de la rodilla parecen dos o tres palabras. Tal vez en la segunda línea diga “yourself”. Con todo, podría estar escrito con rotulador… “Do it yoursef". Sí. "Hazlo tú mismo". Sí eso dice. Visto sobre una rodilla tan limpia y 40 años después, es difícil relacionarlo con el principio general del movimiento Punk, pero así debe ser.

Entre los dos jóvenes hay un esténcil que parece representar un auriga con casco de motorista. Hace de bisagra en mitad de la imagen. Luego, de vuelta a los huesos de las rodillas, al pelo teñido, los cordones de las deportivas, tan blancos. Al aspecto de él: las gafas y las patillas, el sombrero veraniego, la forma de apoyarse contra el muro.

Y una nueva mirada a ese espacio tan teatral de la imagen, a la simetría que ofrece a veces la casualidad. La simetría es el arte de los tontos, decía Oteiza. Es una frase, nada más. Y si no se matiza es falsa como ella sola. La mitad del mundo, justo la mitad,  entiende la estética a través de la simetría y si esta falla, todo falla.

Aquí, las comisuras de los labios de ambos jóvenes son la simetría, la lámina 11 del test de Rorschach. Doblada la imagen por su mitad ideal, sus expresiones coincidirán exactamente, durante un momento o durante sus respectivas esperas –en caso de que no sean la misma-.