27 de abril. Si no ha nevado, ha sido por poco.
Las flores de los
ciruelos han aguantado algo más este año. Comenzaron a perderse hace 3 o 4 días
y la calle está ahora rosa. Queda bien con el gris pálido del cielo. El viento
se lleva los pétalos de aquí para allá, como de costumbre. Es un espectáculo
minúsculo que se produce al mismo tiempo que los pájaros trinan con más garbo.
Lo hacen desaforados, durante todo el día. Hay un ruido de fondo de trinos
comunes sobre los que destacan los del mirlo, a partir del atardecer. Luego,
hay un silencio puntuado por el autillo y a partir de las 5 de la mañana, canta
de nuevo el mirlo y todo vuelve a empezar.
El último día que nevó, aún no habían cambiado la hora.
Madrugué algo y tal vez porque la nevada no era apabullante, el espectáculo
resultaba muy delicado. Estaba amaneciendo, la iluminación pública era más bien
escasa, hice un par de fotos de un aparcamiento recién terminado y de un muro
contra terreno y tuve la sensación de estar frente al escenario de un teatro.
¿Cómo será este año el verano? Tengo curiosidad. Y decisión.
Decisión,¿de qué?.Si no es indiscreción,claro.
ResponderEliminarLo pregunto porque aquí las estaciones van por libre y no tienen para nada en cuenta nuestros propósitos.Ya nos gustaría
Saludos
Decisión para qué, más bien.
EliminarO incluso mejor, decisión a secas. Recuerdo una obrita de teatro de Muñoz Seca que se llama "El clima de Pamplona": ningún efecto sobre los acontecimientos, cierto. Sin embargo, uno se pone una fecha, una meta, un lo-que-sea y arranca con más ganas. Posiblemente es todo, estimado anónimo. O no: puede haber algo más; puede que el invierno y los amigos me hayan hecho más fuerte. Puede que lo que no mate, engorde y esté yo con ganas de trinar desaforadamente.
Saludos,