16/1/12

Con los debidos respetos

I

¿Cómo no ha de suceder lo previsible si aún con la manta sobre los hombros, a la “indignación” le sigue el único deseo de acudir a las organizaciones de consumidores?

No es el naufragio sino las cadenas de televisión y las declaraciones de los turistas lo que da idea del estado de las cosas. La imagen del barco no vale nada en comparación con las explicaciones de quienes llegaban al aeropuerto de El Prat.

¿Cómo sale adelante un país cuyos ciudadanos se hacen entender con gestos o con onomatopeyas más propias de lactantes?

II

La forma en la que embarrancó el Costa Concordia, hace recordar el naufragio de un buque holandés en 1629 sobre el que Mike Dash escribió La tragedia del Batavia.

El exceso de confianza: un arrecife de coral que el capitán confunde con el reflejo de la luna sobre el océano. Ahora se publica un librito de Simon Leys que no se sabe bien si invita a leer a Dash o es una venganza por habérsele adelantado. En 85 páginas no solo resume la horrible historia de aquellos desgraciados  sino que deja en carne viva  la condición humana.

Hay un párrafo en Los náufragos de Batavia.

«Una sociedad civilizada no es necesariamente una sociedad que tiene una proporción de individuos criminales y perversos (esta proporción es probablemente casi constante en todos los grupos humanos) sino aquella que les brinda menos oportunidades de manifestar y de satisfacer sus inclinaciones».

2 comentarios:

  1. Viendo el barco rajado bajo la línea de flotación y volcado, y sin que se hunda, yo pensé en qué hay que hacer realmente para mandar a pique de verdad, por completo, un barco en la actualidad.

    La modernidad nos priva de pecios.

    ResponderEliminar
  2. ¡ah los compartimentos estancos!

    ResponderEliminar