En cuanto a Crewdson, prefiero la época en la que fotografiaba exteriores. Ahora está más psicológico. O mejor: entre psicoanalítico y onírico. Ya me inquietaban lo suficiente los coches solitarios que recorrían calles con nieve o bajo la lluvia. Los personajes de ahora son muy irreales. Las luces que parecen venir del espacio o del suelo agujereado, la chica que flota sobre el agua en el salón inundado o los efectos de iluminación que se acercan a los sistemas de HDR, me parecen un rizo. Aunque es cuestión de gustos.
No sé si es en el video que dejo aquí o en algún otro, se ve cómo los visitantes de una exposición se acercan a las fotografías asombrados por el detalle de las copias. Resulta un poco extraño. Tal vez como en la pintura, pasa a veces que la precisión técnica elimina parte del mensaje. De hecho, hay algún problema en lo que cuenta Crewdson. A veces parece que estemos viendo fotogramas de Expediente X en alta definición. Hay, por otra parte, coincidencias con Erwin Olaf y éste, con toda su exquisitez, parece casi zafio comprado con aquél.
Cómo unir técnica y el mensaje es el quid de la cuestión, siempre que existan una y otro.
El otro día dejó un comentario M.P. acerca de las fotografías de Carlos Cánovas:
No sé qué pasa con Cánovas, parece que con la temática y el momento elegidos para las tomas vaya a resultar triste, o melancólico al menos, y ves esas fotos y es todo lo contrario, son imágenes que a mi me llenan de paz por su belleza, pero también de alegría, será por la calidad/calidez de las mismas y la cercanía con el autor...”
Creo que lo que pasa con Carlos es precisamente eso: hay técnica y algo que contar. Da igual que haya cercanía o no, calidez, tristeza o lo que sea. Hay siempre mucha precisión en los dos conceptos.
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