13/4/09

Vencejos


Ha sido en la calle Pureza o en la calle Betis; no estoy seguro. El cuerpo y el sentimiento se han disociado. Abierto el todo en su mitad por el grito de un vencejo, he sentido –maldito sea- el murmullo amplificado que hacen los televisores cuando pierden la señal. Olvidado como estaba de la angustia, ha tenido que ser el chillido de un pájaro el que me recuerde la inexistencia de la calma absoluta. Es el vencejo al que espero con ansiedad todo el invierno y que aquí, a Sevilla, llega un mes y medio antes que a mi casa. Yo estaba en paz y él me ha traído el recordatorio indeseado de los años que se agolpan, dispuestos a desparramarse si abriera yo la puerta con demasiado ímpetu.

Por aproximación

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