Desde los quioscos y el transistor que traigo para las noches me persigue la búsqueda del cadáver de una joven asesinada. Primero en el río, ahora en un vertedero, durante estos días mueven en Sevilla el fango y la basura. Los inculpados cambian de estrategia y renuncian los abogados de la defensa. Me acuesto, muevo el dial y siempre están ahí la falta angustiosa, la voz sin aliento del padre y sobre todo el uso espurio que hace cada cual del dolor ajeno.
En mi huida, caigo en una emisora dedicada solo al tarot. Entre anuncios de ochocientos seis, una echadora de naipes estruja a una mujer desesperada por el engaño de su marido.
Y lo peor del insomnio y la radio no es lo que oyes cuando vas perdiendo la conciencia. Me acuerdo de Monterroso: "Cuando despertó..."
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