18/3/09

El empedrado

“Al bajar del coche, frente a la casa de la señora Scott me caí en el empedrado y me lastimé el miembro, tras lo cual hube de tomar dos baños calientes al día y lavarme la parte herida con mucho cuidado, como hasta entonces me habían enseñado a no darle importancia al miembro, me resultó bastante penoso.”
Bertrand Russell
El viernes llegó el paquete de la librería Fontana. De entre los libros recibidos, abrí el de Justus Noll y encontré esta cita en la primera página. Soñé con la rotonda unas horas después de encargarlo.
Achaqué mi sueño a una mezcla de hamburguesas excesivamente especiadas, a la lectura de un blog en el que un joven escribe acerca de El imperio de los sentidos, al brote de las yemas en los chopos cercanos y a una serie de citas administrativas a las que debía acudir al día siguiente. Sigo creyendo que estos fueron los ingredientes fundamentales a los que el inconsciente añadió unas gotas de algo que no viene al caso.
El encargo del libro el mismo día, el hecho de que fuese el primero que abrí entre los recibidos y la cita relacionada de nuevo con un accidente en una parte tan concreta del cuerpo, no puede desencadenar el sueño. Yo no conocía el libro, ni su contenido; ni siquiera a su autor. Sin embargo siempre hay un cierto placer en estas casualidades a posteriori.
Acababa de releer El cuaderno rojo de Auster. En todos su relatos, breves y exactos, la conexión es la casualidad. No hay causalidad; tampoco elementos paranormales. Todo se desarrolla por sus cauces, pero sin que intervenga la voluntad o la razón. Tal vez por eso, por ese aire de recurso literario que tienen estas narraciones, me siga produciendo un cierto placer estas tonterías en forma de post-pre-cogniciones.

4 comentarios:

  1. "Había soñado con la rotonda unas horas después de encargarlo".

    ¿Fue realmente antes o fue después? Si fue después, ¿no quedaría mejor 'soñé con la rotonda unas horas después' en vez de 'había soñado'?
    Coño, parezco Mario Moliner.
    Hoy cenaré pastel de cebolla, como castigo.

    Después de editar tres veces el mismo comentario, procedo a borrar los anteriores. Vengo de ver 'Gran torino', y aún estoy impactado. Memorable Eastwood.

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  2. Te lo dejo niquelao. Tantas papeleras

    ¿Memorable Eastwood? Los personajes son tan tópicos como los de Harry el sucio y un exceso de protagonismo y esputos sanguinolentos acompañados de "no es nada, te digo que no es nada" hacen de Gran Tornino una cosa bastabte floja. Una lástima. Ni siquiera Jamie Cullum está a la altura, porque el tema de la película no es bueno. Un cantante así se merece una canción a su altura. En fin: gustos y colores.

    En cuanto a la corrección. Con toda seguridad el empleo del pretérito indefinido es más adecuado.
    No sé si el pluscuamperfecto es absolutamente contraindicado. La idea era, a la vista del tema, crear una atmósfera de cierta "dificultad temporal", posiblemente sin lograrlo. Le doy un par de vueltas y lo decido. Gracias

    Saludos.

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  3. De acuerdo:

    Acepto "soñé" como animal de compañía y añado la preposición "a" a cada motivo del sueño.

    aprovecho también para corregir una errata en el comentario: donde dice bastabte, debe decir bastante.

    Con lo fácil que es pegar páginas de otros.

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  4. Le he dado vueltas y creo que, técnicamente, era posible lo de 'había soñado con la rotonda unas horas después'. El efecto de descoloque temporal se lograba, pero quizá perdía fuerza. En fin, creo que así gana más aún.

    Y sobre Torino, la verdad es que un poco así lo que dices. Leí cosas por ahí en la blogosfera, tras el visionado, que me devolvieron un poco a la realidad. Pero no sé, me dejé llevar. Tenía ayer un día de esos como menstruales masculinos, por así decir. Bajé por azúcar, al 24 horas, pero decidí dar un paseo. Hacía buena temperatura en Madrid y llevaba todo el día en casa. Me vi de pronto en el Palacio de la Prensa con ganas de meterme en un cine. Éste estaba ya cerrado. Crucé a Capital y también. Eran las 22.35. Justo a esa hora comenzaba 'Gran Torino' en los Callao. Compré la entrada y entré, solo, al ese enorme cine como entra al cuarto de estar. Ningún acomodador me filtró la entrada, y me dio ideas futuribles sobre cine y colamientos. Elegí una buena zona en la gran sala y, joder, siempre un jalador de palomitas: jas, jas, jas. Comen siempre con ansiedad y demasiado sonido, los devoradores de palomitas, así que me trasladé a la parte izquierda. Tenía el día acrítico, así que me dejé llevar a velocidad de crucero por la elegancia del Gran Torino.

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