2/4/09

La taza de té

"En su Conferencia sobre Ética Wittgenstein propone la metáfora de la taza de té. Esta no podrá contener más de lo que permite su capacidad, por mucho que nos empeñemos. Así también, las proposiciones tienen su propia capacidad, y el intento de meter en ellas más de lo que pueden acoger está destinado al fracaso.

Wittgenstein manifestó siempre un profundo respeto por esta tendencia del espíritu humano (a arremeter contra los límites del lenguaje) que es la ética. Desde luego que cuando la ética adopta la forma de la ciencia natural su actitud es intolerante y destructiva. “La ética no puede ser ciencia…no aumenta nuestros conocimientos en ningún sentido”.


"Todas las proposiciones valen lo mismo". Como descripciones de hechos posibles, todos los cuales son igualmente contingentes y entre los cuales no existe preeminencia alguna, no hay jerarquía ni diferencias de valor entre las proposiciones. En el mundo todo es como es y ocurre como ocurre, por consiguiente, no hay en él ningún valor, porque si lo hubiera, sólo por esto no tendría valor (6.41). Esto último es una forma paradójica de decir que considerar el valor como parte del mundo equivale a convertirlo en hecho y despojarlo de su condición de valor. El mundo es, simplemente, cuando acontece y en el todo los hechos han de medirse por el mismo patrón. Todas las proposiciones valen lo mismo. El mundo no es sino la totalidad de los hechos posibles, pero de ello se desprende que en el no caben los valores, puesto que los valores no son hechos.

La ética pertenece al reino de lo inexpresable, como los problemas sobre el sentido del mundo y la existencia de los valores. “La solución al enigma de la vida…está fuera del espacio y del tiempo”, no pertenece al campo de la ciencia ni a su descripción empírica. Según Wittgenstein, “la explicación del sentido del mundo debe quedar fuera del mundo…”, de acuerdo con esta proposición “sólo podríamos decir cosas sobre el mundo como un todo, si pudiésemos salir fuera del mundo, es decir. Si dejase de ser para nosotros el mundo.

“El sentido del mundo debe quedar fuera del mundo. En el mundo todo es y sucede como sucede: en él no hay ningún valor, y aunque lo hubiese no tendría ningún valor…”(en lugar de “un valor que tenga valor” podría haber dicho “que tenga un valor en sí mismo” o “valor absoluto”). En el planteamiento wittgensteiniano los juicios éticos han de ser juicios de valor absoluto, incondicionados, si se prefiere.

“La descripción de un asesinato con todos los detalles físicos y psicológicos, la mera descripción de estos hechos no encerrará nada que podamos denominar una proposición ética. El asesinato estará en el mismo nivel que cualquier otro acontecimiento como, por ejemplo, la caída de una piedra. Ciertamente, la lectura de esta descripción puede causarnos dolor o rabia o cualquier otra emoción; también podríamos leer acerca del dolor o rabia que este asesinato ha suscitado entre otra gente que tuvo conocimiento de él, pero serían simplemente hechos, hechos y hechos, y no ética”.

El mundo es, simplemente, cuanto acontece y en el todo los hechos han de medirse por los mismos patrones. Todas las proposiciones valen lo mismo” –nos dice Wittgenstein–. Pero, si esto es así, “el sentido del mundo tiene que residir fuera de el”, pues “en el mundo todo es como es y sucede como sucede; en el no hay valor alguno, y si lo hubiera carecería de valor”. En efecto, nosotros ya hemos dicho que el mundo no era sino la totalidad de los hechos posibles, pero de ello se desprende que en el no caben los valores, puesto que los valores no son hechos. Como lo hubiese pretendido el Positivismo, claro que reemplazando “valores” por “valoraciones” en su intento de reducir o asimilar a la ética a una rama de la sociología, esto es una ciencia fáctica.

Si se describe la muerte de Cesar a manos de Bruto, para poner un ejemplo comentando por Wittgenstein años más tarde, se esta describiendo un hecho. Pero si se lo describe como un crimen a lo Dante, o como un acto de justicia a lo Plutarco, eso ya es un juicio de valor y para las valoraciones no hay lugar en el mundo. O, formulado en términos lingüísticos, “tampoco pueden haber proposiciones éticas”, toda vez que las proposiciones no pueden expresar nada que se halle por encima de los hechos del mundo, “no pueden expresar nada más alto”. La consecuencia de todo esto, desoladora consecuencia, es que la ética queda reducida ni más ni menos que al silencio.

Contra las apariencias, sin embargo, Wittgenstein no era un positivista, y sus ulteriores relaciones con los positivistas lógicos vieneses darían cumplida muestra de ello. Su actitud antes el problema del sentido de la vida revela una tensión interna, así como una complejidad, desconocidas para el positivismo: “sentimos que aun cuando todas la posibles cuestiones científicas hayan recibido respuesta, nuestros problemas vitales todavía no se han rosado en lo mas mínimo. Por supuesto que entonces ya no queda pregunta alguna, y esto es precisamente la respuesta”, “la solución del problema de la vida se aprecia en la desaparición de ese problema. (¿No es esta la razón por la que las personas que tras largas dudas llegaron a ver claro el sentido de la vida no pudieran decir, entonces, en qué consistía tal sentido?)”, “lo inexpresable, ciertamente, existe. Se muestra, es lo místico” los positivistas lógicos interpretaron la máxima “de lo que no se puede hablar hay que callar” en el pedestre sentido de que hay que callar porque, en rigor, no hay nada que hablar”, pero para Wittgenstein el silencio sería más bien indicio de encontrarnos ante algo profundo e importante, algo ante lo cual habríamos interrumpido la cháchara para prestar oídos a otro tipo de voz que la palabra, pues lo que no puede ser dicho aun puede ser mostrado.

A “lo místico” se dedican en el Tractatus dos o tres parágrafos, alguno de ellos de notable densidad metafísica, como el que nos dice que lo místico no es no es “cómo sea el mundo, sino que sea (nicht wie die Welt ist, ist das Mystische, sondern dass sie ist), que inmediatamente hace pensar el la pregunta leibniziana “¿Por qué es el ser y no más bien la nada?”

Adolfo Vásques Rocca


2 comentarios:

  1. Anónimo2/4/09

    ¿por qué existe el mundo si podía no existir? una pregunta sin sentido: es como preguntarse qué forma tendría la nariz el hermano que no tengo. ¿no estamos ante un problema del propio lenguaje? fíjate que la pregunta se podría formular también así: ¿por qué es el ser y no la nada? es decir, ¿por qué no es la nada? ser la nada... esa es la cuestión: ¿la nada es? la lengua no hace más que tendernos trampas. por eso deberíamos poder pensar sin lengua. es decir, no pensar.

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  2. Para tratarse de un problema fundado en las trampas, me parece que tu pregunta ha suscitado muchas respuestas sinceras.

    http://www.google.es/search?hl=es&q=%C2%BFpor+qu%C3%A9+es+el+ser+y+no+la+nada%3F&btnG=Buscar+con+Google&meta=&aq=f&oq=

    Estos días estaba leyendo algo sobre Leucipo y el atomismo. Desde ahí hacia la imposibilidad de la aprehensión...

    Por otra parte, creo que Wittgenstein solía zanjar estas discusiones afirmando la realidad de la exitencia de cualquier objeto que tuviera a mano.

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