De vuelta al hotel me cruzo con un paso. Las figuras van en vueltas en sábanas. La no-imagen mejora cualquier intervención de Christo. El capataz marca la dirección sin los gritos folclóricos que se oirán la próxima semana. Detrás, los contraguías repiten las órdenes con voz aún más queda. Alrededor del paso, la cuadrilla de refresco. Casi todos fuman. Se arreglan el costal. Cuando el capataz manda parar, me agacho para tomar una foto y de entre las trabajaderas asoman las caras de unos cuantos jóvenes dispuestos a ser retratados.
El paso reanuda su marcha y gira casi sobre sí mismo para tomar una curva. Su visión, mientras se aleja, con todas las figuras cubiertas, resulta muy abstracta y espiritualmente reconfortante.
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