14/9/08

Acabar y terminar

Antes de salir de viaje dejé algo medio empezado. Tomé algunas fotografías de lo que estaba haciendo y luego, en la distancia, mirándolas, sentí la agradable sensación de lo inacabado, el temblor que irradia el objeto incompleto. A la vuelta acabé el cuadrado, con cierto disgusto: no sólo por perder de vista lo incompleto sino por el temor a estropearlo con lo que ahora añadiría. Hube de retirar algunas líneas de protección y pintar lo que sólo estaba dibujado.


Recuperé un catálogo que había comprado en Roma en el noventa y dos y mirado después durante muchos años: Un paese incantato, de la editorial Electa, recoge una estupenda colección de cuadros de viaje desde Thomas Jones a Corot. Recordé cuántas veces me había detenido a contemplar varias imágenes en las que Giovanni Battista Lusieri o Joseph August Knip habían dejado sin terminar sus paisajes italianos “olivando” el cielo o un primer plano para conseguir una mayor presencia de los planos medios. No se trata, a la manera de Turner, de una forma rápida y nueva de pintar en la que las partes no pintadas son complementarias de las ocupadas por el color. En estos últimos viajeros-pintores del grand tour europeo hay todavía una voluntad de exactitud, ya liberada del espíritu topográfico, pero deudora aún de la fidelidad. Por eso, cuando aparecen esos grandes espacios blancos, deliberados y delimitados por el dibujo en el papel o en el cartón para óleo, se formula de inmediato una pregunta acerca del deseo del pintor.

El “no acabar”, que se convirtió en los ochenta en el “working process”, parece añadir algo a la obra. Un algo intangible, claro. La idea de que el pintor puede y no quiere. La idea de que no es necesario continuar con un ejercicio de facilidad que ya no aportará nada a lo dicho y que, además, impedirá que la mirada se centre en lo importante. La decisión de no acabar no es la misma de la no continuar. Ésta es en muchas ocasiones saludable y puede salvar la obra. A pesar de la contingencia del “no acabar”, su resultado es muchas veces enormemente atractivo, tal vez por el parecido que tiene con la ruina, un concepto que –querámoslo o no- nos es tan propio en Occidente.

4 comentarios:

  1. Sin con el "non-finito" damos por concluida una obra esa obra está acabada. Otra cosa es que la obra se haya dejado abandonada, que ya es otro cantar. Curioso tema, sí señor.

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  2. Por cierto, gana el blog sin el marquito de la cabecera.

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  3. Anónimo14/9/08

    gracias por transmitir tu visión del mundo

    enriqueces mil

    que la compensación cósmica y el buenrollismo universal existan!

    saludos desde Barcelona

    dave de ciclic

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  4. Estimado Náufrago:

    Como no doy con una cabecera que me guste, de momento: "menos es más".

    Saludos.
    ____


    Estimado Ciclic:

    Muchas veces me pregunto ¿Cueces o enriqueces? así que gracias.

    Saludos.

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