21/10/07

Frente a la cámara






A veces encuentras en la red a alguien que, a su vez, ha encontrado un material determinado y lo pone a disposición del navegante sin darle mucha importancia. Tal vez porque realmente no se la otorga o porque ha fusilado el contenido de otra página. No sé si esta colección de fotografías correspondientes a fichas policiales es un venturoso hallazgo o una simple copia del libro Fichados de Giacomo Papi que está referenciado en algunos blogs del ramo. No puedo saberlo porque no tengo el libro.

La tensión que desprenden y, sobre todo, la relación de los detenidos con la máquina fotográfica convierten en poca cosa –dicho sea en términos de resultado, que no de concepto- las fotografías de carné de Tomas Ruff. La diferencia radica posiblemente ahí: en el encuentro del sujeto (y del motivo de tal encuentro) con la cámara. Es sabido que la observación de cualquier proceso hace que éste se modifique. Por eso, no entiendo a los fotógrafos que predican la objetividad del disparo y tampoco el deseo de querer alejarse del contenido de la obra. Las cosas no son lo que son y uno las fotografía porque -y como- desea fotografiarlas. Incluso Odermatt acabó fotografiando los accidentes de tráfico para sus atestados con un estilo inconfundible. Y no digamos los Becher retratando edificios industriales. Uno hace lo que tiene que hacer. El mundo no está ahí, inerme ante nosotros. Al menos ahora lo sabemos; lo sabemos desde que la Escuela de Copenhague enunció sus postulados. Tal vez los fotógrafos de las comisarías en las que se obtuvieron esta impresionante colección de imágenes, creyeron hacer un trabajo puramente rutinario y objetivo, pero lo dudo.

Información de la página Flicrk, vía Así se fundó Carnaby Street

Notas sobre Tomas Ruff en El País

1 comentario:

  1. Anónimo21/10/07

    Le veo a usted, señor Passy, bordeando el asunto de estos días, sin mencionarlo abiertamente: las fotos, incluidos los pies de foto, de ese excelente fotógrafo que se llama Clemente Bernard en el Guggenheim (desconocía su condición de vasco). Yo lo tengo bastante claro: la unanimidad de las víctimas asociadas en deplorar su exposición me hace pensar que el escaparate es demasiado importante, que la libertad de expresión tiene sus límites y que el señor Bernard se ha metido en un terreno pantanoso. Sé que no se puede contemporizar con la susceptibilidad de cualquiera, pero tampoco se puede a estas alturas pretender ponerse en el medio: no hay manera.

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