No somos más de lo que podríamos ser. Hay algo en nosotros que nos impide llegar al límite. Posiblemente hay un cansancio, una falta de alegría que llega suavemente con los años, como en un aterrizaje lento: primero el tren trasero y después, las ruedas delanteras se posan suavemente sobre la pista. Ya está aquí el desencanto. A veces desaparece. Es por que hay niebla, porque en cuanto despeja el día, aparece de nuevo en forma de estatua negra a la que no se le distinguen los ojos. Qué haré yo hablando de estas cosas y a estas alturas. Si dividiéramos el tórax en cuatro partes, todos podríamos decir dónde radica el cansancio. Como en muchos casos ronda el cuarto superior izquierdo, la cosa se pone fácil para los poetas. En mi caso ocupa la intersección de las dos líneas de manera que el tema, más que poético, es gástrico.
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