Escribe usted hoy sobre una biblioteca que usted ha visitado, pero que no existe. Yo le traigo un comentario que tiene que ver con la de su ciudad de residencia, la del Conservatorio de París, que está ahí mismo. Verá: En su comentario de 28 de julio titulado EL OBJETO DEL PRECIO, puse el otro día estas líneas que probablemente le han pasado desapercibidas. Me permito abusar de su amabilidad y colocarlas aquí de nuevo. El pasado 28 de julio escribí esta frase dentro de un comentario más largo sobre el elitismo en la ópera y, en general, en el arte: Recuerde a Beethoven asomado al balcón de su casa natal en Bonn mientras las gentes le aclaman y diciendo aquello tan bonito: mi música es para esta gente.Aunque muchos no habían escuchado su música jamás. Traigo ahora la corrección de este recuerdo porque ayer encontré (por razones que no hacen al caso: ah, las razones que no hacen al caso, si se pudiera escribir un tratado de estas razones cambiaría la historia) el libro de Félix Grande que se titula "Mi música es para esta gente" y que figuraba en mi memoria convenientemente deformado. Lo de su casa natal de Bonn me lo inventé, consciente de que, como ya le dije en alguna otra ocasión, mi buen Passy, suelo pasar por esta página de vez en cuando y, como los perros, las veces que no tengo demasiada prisa o que tengo una necesidad, levanto la pata y dejo un comentario rápido para halagar su eblog. Consciente de que esto es cosa que ocurre en petí comité, como aquel que dice. El libro de Félix Grande está publicado en 1974 por Seminarios y Ediciones, S.A. y es una recopilación de ensayos dedicados en su mayor parte a escritores, músicos y pintores. Al final del libro explica el título. Lo tomó de un libro de relatos del escritor argentino Daniel Moyano (Monte Avila Editores, Caracas, 1970). En el relato que da título al libro, Moyano cuenta la anécdota, más o menos fabulada, que justifica las gotas de lluvia que se pueden observar en el original de la sonata para piano Appassionata que escribió Beethoven en 1806 (cuya mejor grabación es la de Maurizio Pollini de 2003 para Deutsche Grammophon, dicho sea de paso). En el relato de Moyano se cuenta que estando Beethoven escribiendo esta sonata en el castillo del príncipe Lichnowski de Silesia, en medio de una lluvia incesante se juntó un grupo de trabajadores en el patio del castillo, para reclamar, entre gritos, mejores condiciones de trabajo y mayores salarios para hombres, mujeres y niños en las fábricas de tejidos del príncipe. Lichnowski se hizo acompañar de Beetohven al balcón del palacio para contemplar la protesta con una displicencia llamativa. Ante la poca receptividad del príncipe a las quejas de sus trabajadores, Beethoven pronunció su frase dichosa, cogió sus partituras y abandonó airado el castillo, veloz, en medio de la lluvia que iba dejando sobre el papel de su genial sonata la huella de su altura moral. Dice Félix Grande que la invención de Moyano es probablemente cierta y aporta los datos que Romain Rolland recoge en su obra "Beethoven: las grandes épocas creadoras", publicado en español en Ediciones Libertarias en 1929. Parece ser que, en efecto, Beethoven escapó furioso del castillo del príncipe de Silesia en octubre de 1806 con la partitura de la Appassionata bajo el brazo. Pero no dice porqué. El original de la Appassionata se encuentra en la Biblioteca del Conservatorio de París.
Me sorprende que mencione usted a Moyano. Es casi un escritor "perdido" para los argentinos, sin duda un gran cuentista. Veo que por aquí ha tenido mejor suerte.
Sus comentarios del 28 de julio pasado no me pasaron desapercibidos en absoluto. El hecho de no haber añadido una nota a los mismos, no significa que no los leyera con la máxima atención, dado su interés y el relativo refuerzo argumental que, para mi tesis, supone su corrección.
Como puede imaginar, tengo que pedirle algo: le agradeceré me indique por qué dice ud. que la Biblioteca Pública de Nueva York no existe. No llego a entender si se trata de una ironía o de un error a la hora de explicarme. De todas formas, puede ud. consultar la existencia de la misma en http://www.nypl.org/
El edificio (sede principal) al que me refiero se encuenta entre la 42 Este y la 5ª Av. y tras el mismo se halla el Bryant Park.(http://www.bryantpark.org)
agradeciendo sus siempre interesantes observaciones, reciba un atento saludo.
Molt estimat Passy: en efecto, decía en sentido figurado que esa biblioteca no existe. Lo que usted ha visitado es una fantasía, un cuento de hadas, un servicio perfecto en el que no ha podido ver fisuras, fallos, defectos, carencias... usted se cree lo que dicen los folletos, la propaganda, esa flor carnívora de que hablaba ayer Seagram: eso es lo que no existe en la realidad.
No en este caso. quizás en el lugar en el que usted vive, le pasa como a mí. Las dos últimas: en un Museo Provincial español y en el Archivo General de la misma provincia, me encontré, no hace mucho, con sendos guardas jurados, no sé si de la misma empresa. Puede que sí,porque los dos me preguntaron lo mismo con el mismo tono: ¿Adónde va usted?
No sucedió lo mismo en este caso y precisamente por si había dudas, comenzaba mi nota con una referencia a Baricco y su experiencia con las bibliotecas públicas americanas.
En un auditorio español, entras por una puerta y para ir al baño el guarda jurado te obliga a salir fuera y entrar por otra porque el pasillo interior no está habilitado para accedera los servicios.
Hay muchas maneras de decir lo mismo. Por ejemplo, se puede decir lo mismo sin necesidad de decir guarda jurado y sin necesidad de decir obligar. Veamos: Conozco un auditorio en el que hay una zona de público que no tiene acceso a los aseos. Muy bien. Y qué. La pregunta es: qué tiene esto que ver con la biblioteca de Nueva York, señor Anonymous.
Escribe usted hoy sobre una biblioteca que usted ha visitado, pero que no existe. Yo le traigo un comentario que tiene que ver con la de su ciudad de residencia, la del Conservatorio de París, que está ahí mismo. Verá:
ResponderEliminarEn su comentario de 28 de julio titulado EL OBJETO DEL PRECIO, puse el otro día estas líneas que probablemente le han pasado desapercibidas. Me permito abusar de su amabilidad y colocarlas aquí de nuevo.
El pasado 28 de julio escribí esta frase dentro de un comentario más largo sobre el elitismo en la ópera y, en general, en el arte: Recuerde a Beethoven asomado al balcón de su casa natal en Bonn mientras las gentes le aclaman y diciendo aquello tan bonito: mi música es para esta gente.Aunque muchos no habían escuchado su música jamás.
Traigo ahora la corrección de este recuerdo porque ayer encontré (por razones que no hacen al caso: ah, las razones que no hacen al caso, si se pudiera escribir un tratado de estas razones cambiaría la historia) el libro de Félix Grande que se titula "Mi música es para esta gente" y que figuraba en mi memoria convenientemente deformado. Lo de su casa natal de Bonn me lo inventé, consciente de que, como ya le dije en alguna otra ocasión, mi buen Passy, suelo pasar por esta página de vez en cuando y, como los perros, las veces que no tengo demasiada prisa o que tengo una necesidad, levanto la pata y dejo un comentario rápido para halagar su eblog. Consciente de que esto es cosa que ocurre en petí comité, como aquel que dice.
El libro de Félix Grande está publicado en 1974 por Seminarios y Ediciones, S.A. y es una recopilación de ensayos dedicados en su mayor parte a escritores, músicos y pintores. Al final del libro explica el título. Lo tomó de un libro de relatos del escritor argentino Daniel Moyano (Monte Avila Editores, Caracas, 1970). En el relato que da título al libro, Moyano cuenta la anécdota, más o menos fabulada, que justifica las gotas de lluvia que se pueden observar en el original de la sonata para piano Appassionata que escribió Beethoven en 1806 (cuya mejor grabación es la de Maurizio Pollini de 2003 para Deutsche Grammophon, dicho sea de paso).
En el relato de Moyano se cuenta que estando Beethoven escribiendo esta sonata en el castillo del príncipe Lichnowski de Silesia, en medio de una lluvia incesante se juntó un grupo de trabajadores en el patio del castillo, para reclamar, entre gritos, mejores condiciones de trabajo y mayores salarios para hombres, mujeres y niños en las fábricas de tejidos del príncipe. Lichnowski se hizo acompañar de Beetohven al balcón del palacio para contemplar la protesta con una displicencia llamativa. Ante la poca receptividad del príncipe a las quejas de sus trabajadores, Beethoven pronunció su frase dichosa, cogió sus partituras y abandonó airado el castillo, veloz, en medio de la lluvia que iba dejando sobre el papel de su genial sonata la huella de su altura moral.
Dice Félix Grande que la invención de Moyano es probablemente cierta y aporta los datos que Romain Rolland recoge en su obra "Beethoven: las grandes épocas creadoras", publicado en español en Ediciones Libertarias en 1929. Parece ser que, en efecto, Beethoven escapó furioso del castillo del príncipe de Silesia en octubre de 1806 con la partitura de la Appassionata bajo el brazo. Pero no dice porqué.
El original de la Appassionata se encuentra en la Biblioteca del Conservatorio de París.
Me sorprende que mencione usted a Moyano. Es casi un escritor "perdido" para los argentinos, sin duda un gran cuentista. Veo que por aquí ha tenido mejor suerte.
ResponderEliminarEstimado sr. Anonymus:
ResponderEliminarSus comentarios del 28 de julio pasado no me pasaron desapercibidos en absoluto. El hecho de no haber añadido una nota a los mismos, no significa que no los leyera con la máxima atención, dado su interés y el relativo refuerzo argumental que, para mi tesis, supone su corrección.
Como puede imaginar, tengo que pedirle algo: le agradeceré me indique por qué dice ud. que la Biblioteca Pública de Nueva York no existe. No llego a entender si se trata de una ironía o de un error a la hora de explicarme. De todas formas, puede ud. consultar la existencia de la misma en http://www.nypl.org/
El edificio (sede principal) al que me refiero se encuenta entre la 42 Este y la 5ª Av. y tras el mismo se halla el Bryant Park.(http://www.bryantpark.org)
agradeciendo sus siempre interesantes observaciones, reciba un atento saludo.
Querida Mercedes: ¡qué gusto leerte! Te debo una a la que aún doy vueltas. Hablaremos.
ResponderEliminarMolt estimat Passy:
ResponderEliminaren efecto, decía en sentido figurado que esa biblioteca no existe. Lo que usted ha visitado es una fantasía, un cuento de hadas, un servicio perfecto en el que no ha podido ver fisuras, fallos, defectos, carencias... usted se cree lo que dicen los folletos, la propaganda, esa flor carnívora de que hablaba ayer Seagram: eso es lo que no existe en la realidad.
Estimado sr. Anonymus:
ResponderEliminarNo en este caso. quizás en el lugar en el que usted vive, le pasa como a mí. Las dos últimas: en un Museo Provincial español y en el Archivo General de la misma provincia, me encontré, no hace mucho, con sendos guardas jurados, no sé si de la misma empresa. Puede que sí,porque los dos me preguntaron lo mismo con el mismo tono: ¿Adónde va usted?
No sucedió lo mismo en este caso y precisamente por si había dudas, comenzaba mi nota con una referencia a Baricco y su experiencia con las bibliotecas públicas americanas.
En un auditorio español, entras por una puerta y para ir al baño el guarda jurado te obliga a salir fuera y entrar por otra porque el pasillo interior no está habilitado para accedera los servicios.
ResponderEliminarHay muchas maneras de decir lo mismo. Por ejemplo, se puede decir lo mismo sin necesidad de decir guarda jurado y sin necesidad de decir obligar. Veamos:
ResponderEliminarConozco un auditorio en el que hay una zona de público que no tiene acceso a los aseos.
Muy bien. Y qué. La pregunta es: qué tiene esto que ver con la biblioteca de Nueva York, señor Anonymous.
Querido Passy: así es, pero no te preocupes, por aquí yo voy dándole vuelta y forma a esa y otras cosas que en breve te enviaré.
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