Un hotel, posiblemente el Saint Pancras. Estoy en una habitación poco confortable. He de
levantarme en mitad de la noche para ir al baño. Entro en el lavabo pero desde
aquí debo pasar a otra habitación que está en obras y luego a otra. Las puertas
solo tiene puesto el premarco. Comienzo a recorrer un laberinto de cámaras y escaleras en el que me cruzo con
otras personas que no saben decirme dónde me encuentro. Finalmente, de balcón a
balcón, por la fachada, entro en la casa particular de un hombre muy mayor. Se asusta y me
apunta con un arma. No es una escopeta ni una pistola. No es capaz de disparar.
Habla en alemán. Como no puede apretar el gatillo intenta golpearme con la
culata en la cara pero sus movimientos son tan lentos que tengo tiempo de
apartarme cada vez que me ataca. Llega entonces una persona más joven –tal vez
su hijo- y consigue calmarle. Parece saber de dónde vengo y se lo explica con
dulzura. No hay un desenlace. No vuelvo a mi habitación.
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