9/11/11

Jóvenes en peligro de pecado


Este hombre de la gorra que más abajo se ve, pasó mientras elegía unos cómics. Miré primero los de Tintín. Unas chapuzas dibujadas de mala manera y cuya gracia radica precisamente en eso: en su dejadez. En medio de tanta pulcritud a la hora de imitar, estos cómics de pega parecen tener un motivo: hacer accesibles buenas historias a quien no puede pagar un álbum demasiado caro.
estaba mirando otras historietas después de que una pareja me hiciera un gesto de aprobación. En una bolsa de plástico, ellos se llevaban una docena. Eran aventuras occidentales con sacerdotes, moralinas y jóvenes en peligro de pecado. El vendedor me quiso colocar algunas un poco ajadas o con pequeños desgarrones en las portadas. Se lo hice notar por señas. Hizo un gesto a una señora mayor que, detrás de él, manejaba el stock. De una caja de aluminio sacó algunos ejemplares como nuevos. Al poco volvió la pareja a reclamar algo. Antes de que me diera cuenta, el vendedor me había quitado de las manos el cómic impoluto que estaba ojeando, en un abracadabra se lo pasó a la anciana y esta lo introdujo en el armarito metálico, sin  que los jóvenes reclamantes se dieran cuenta de nada. Me quedé un rato tomando fotos al descuido y entonces pasó el hombre de la gorra. Mi interés saltó de un lado a otro, pagué los falsos Tintín, me quedé sin saber el motivo de la reclamación y con la seguridad de que aquellas historietas tan nuevas eran más falsas que un pañuelo de Hermès vendido encima de una sobrecama. Seguí un rato al hombre de la gorra.

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