Para acercarse a la villa romana de la Olmeda y olvidar el
continente, es recomendable armarse de
un invisibilizador. Se venden a buen
precio en librerías. Este que propongo me lo recomendó hace muchos años J.,
cuando en su negocio los libros aún estaban de canto en los anaqueles. –Escucha, escucha-. Me decía con el ejemplar el la mano y poniendo cara de pícaro. Con qué
placer leía los pasajes más escabrosos de la sátira VI.
Lo traigo aquí porque Juvenal habla en algún momento de la
huida al campo, de la imposibilidad de
vivir en la gran ciudad: “La cantidad de hierro para grilletes es descomunal,
como para temer que falten rejas, que dejen de haber machotas y almocafres.
Felices debes llamar a los abuelos de nuestros abuelos, felices a las generaciones
que en otro tiempo, bajo reyes y tribunos, vieron a Roma bastarse con una sola
cárcel. A estas podrías añadirles otras y numerosas razones pero las mulas me
reclaman y el sol declina. He de partir pues ha tiempo que el mulero ha agitado
la vara y me hace señas…”
Entre el viajero leyendo esto o cualquier otra cosa que le
distraiga del edificio que guarda los restos de la villa, no sea que el trabajo
de Paredes y Pedrosa le aparte del objeto deseado.
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