Querida P:
Que yo sepa, en casa solo hay dos libros prestados. Uno es El camino más corto de Manuel Leguineche. Me lo dejaste hace treinta y tres años. Está bien de salud, con la
sobrecubierta intacta. Solo tiene la marca de tu nombre en la página de respeto,
arriba a la derecha, escrito con letra pequeña, redonda y subrayada.
Me he acordado de él
ahora que su autor ha muerto. Durante todos estos años también me ha
venido a la memoria por otras muchas cosas. Recuerdo lo primero que me gustó:
el Land Cruiser de la ilustración. También me vino a la memoria hace poco,
cuando L. me dijo que estaba aprendiendo a fabricar arcos de madera y a disparar
con ellos o cuando leí Las columnas de Hércules de Teroux. Es un libro estupendo y aquí está todavía, haciendo de
puente.
Una vez quise devolvértelo y me dijiste que no. Desde
entonces estoy algo más tranquilo pero no del todo. Prestar libros o recibirlos
en préstamo me pone muy nervioso. ¿Cuándo lo devolveré? ¿Cuándo estará de vuelta?
También es cierto que ahora basta con dar un título para que cualquiera se lo
descargue de aquella manera.
Mira esta página, me dice una amigo, tiene diez mil libros para descargar. Qué pereza: diez mil libros. Cuánto hay que saber para elegir
si no tienes a la vista la mesa de novedades y el estante de los que siempre te
han gustado.
Estoy divagando. Todo lo que quería decirte es eso: que El camino más corto sigue por aquí y que
da igual por dónde lo abra porque siempre produce el mismo deseo de viajar.
Saludos,
P.S. Aunque el plazo legal ha transcurrido, siempre diré que
la usucapión no ha desplegado sus efectos porque sigo considerando que el bien
es tuyo.
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