Los escritos de Castellio reaparecieron mucho después. Estuvieron olvidados durante decenios y en su tiempo, solo Montaigne se ocupa de él en una curiosa mezcla en la que aprovecha para quejarse del estado en el que han de verse hombres como Castellio y la manera de fomentar el intercambio de bienes y servicios que se parece mucho a lo que hoy hacemos en las redes electrónicas. Sea como fuere, parece ser la única mención a favor en vida del teólogo disidente. Luego, una vez muerto fue enterrado en loor de multitudes.
Dice Montaigne en el capítulo XXXIV de sus Ensayos;
Mi difunto padre (que era hombre de juicio claro
para no ayudarse sino de la experiencia natural) me habló hace tiempo de su
deseo de ver establecido en las ciudades un lugar al cual pudieran acudir los
que tuvieran necesidad de alguna cosa, y donde un empleado puesto al efecto
registrase el asunto de que se tratara; por ejemplo, tal individuo quiere
vender perlas, tal otro quiere comprar; tal persona desea compañía para ir a
París; tal otra busca un servidor de ésta o de aquella condición; otro busca un
amo; tal necesita un obrero; en fin, quiénes unas cosas, quiénes otras, cada
cual según sus necesidades. Es probable que este medio de ponernos al corriente
proporcionaría alguna ventaja al bienestar público, pues en toda ocasión hay
cosas que se desean y por falta de comunicación se ven muchas gentes en la
necesidad más extrema.
No puedo menos de
recordar con vergüenza para nuestro siglo que a nuestra vista muchos
excelentísimos personajes en ciencia por no tener que comer: Lilio Gregorio
Giraldo, en Italia, Sebastián Castellón (Castellio), en Alemania, y creo que existen miles
de personas que los hubieran acomodado en condiciones muy ventajosas, o
socorrido en las ciudades mismas donde se encontraban, de haber conocido su
situación. El mundo no está tan universalmente corrompido; yo conozco alguien
que desearía muy vivamente que los medios que los suyos le pusieron en las
manos pudieran emplearse a tenor de los intereses de que goza, mientras a la
fortuna plazca conservárselos, en poner al abrigo de la necesidad a los hombres
singulares y notables en cualquier clase de saber y valer, a quienes la
desdicha combate a veces hasta el último límite; esa persona -175-
les procuraría facilidades en las tenebreces de la vida, con las cuales, de ser
razonables, se conformarían”...
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