Hoy se cumplen 450 de la muerte de Sebastián Castellio,
el hombre que se opuso a la absoluta intransigencia de Calvino. La obstinación del catolicismo dio como
resultado el fanatismo de la Reforma y pocos hombres, como Servet o Castiello,
eran partidarios de interpretaciones religiosas más amplias. Errantes, sin
patria, buscando el amparo de quienes entendieran que la religión no era un conjunto
de dogmas al servicio de un exégeta, ambos recalaron en Ginebra, creyéndose a
salvo entre espíritus libres. Pero coincidieron con Calvino y este consiguió
que Servet ardiera en leña verde. Solo la prematura muerte de Castellio le
libró de un proceso en Basilea, hasta donde los tentáculos del reformador
habían llegado en su persecución.
Stefan Zwieg cuenta esta historia en Castellio contra Calvino. Conciencia contra violencia. Zwieg no
puede separar su situación personal del enfrentamiento entre el poder y la
razón. Hace ya dos años que ha tenido que salir huyendo de Alemania. En cada reiteración, en cada advertencia disociada
del relato histórico, vemos al autor
aprovechando el resquicio para hacer universal una historia que lo es de por
sí: “Precisamente aquellos que no tienen ningún miramiento a la hora de forzar
la opinión de los otros son los más sensibles ante cualquier oposición hacia su
propia persona”.
El último capítulo del libro es un profundo deseo de que el
mundo vuelva a ser habitable: “Todas las ideologías y sus triunfos temporales
acaban con su época. Sólo la idea de la libertad espiritual, idea de todas las
ideas que por ello no se rinde ante ninguna otra, resurge eternamente, porque
es eterna como el espíritu. Si exteriormente y durante un tiempo se le quita la
palabra, se refugia en lo más profundo de las conciencias, inalcanzable para
cualquier opresión. Por eso es inútil que los gobernantes crean que han vencido
al espíritu libre por haberle sellado los labios, pues con cada hombre nace una
nueva conciencia y siempre habrá alguien que recordará la obligación espiritual
de retomar la vieja lucha por los inalienables derechos del humanismo y de la tolerancia. Siempre habrá algún
Castellio que se alce contra cualquier Calvino, defendiendo la independencia
soberana de la opinión frente a toda violencia ejercida desde el poder”.
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