29/12/13

450 años sin Castellio






















Hoy se cumplen 450 de la muerte de Sebastián Castellio, el hombre que se opuso a la absoluta intransigencia de Calvino.  La obstinación del catolicismo dio como resultado el fanatismo de la Reforma y pocos hombres, como Servet o Castiello, eran partidarios de interpretaciones religiosas más amplias. Errantes, sin patria, buscando el amparo de quienes entendieran que la religión no era un conjunto de dogmas al servicio de un exégeta, ambos recalaron en Ginebra, creyéndose a salvo entre espíritus libres. Pero coincidieron con Calvino y este consiguió que Servet ardiera en leña verde. Solo la prematura muerte de Castellio le libró de un proceso en Basilea, hasta donde los tentáculos del reformador habían llegado en su persecución.

Stefan Zwieg cuenta esta historia en Castellio contra Calvino. Conciencia contra violencia. Zwieg no puede separar su situación personal del enfrentamiento entre el poder y la razón. Hace ya dos años que ha tenido que salir huyendo de Alemania.  En cada reiteración, en cada advertencia disociada del relato histórico,  vemos al autor aprovechando el resquicio para hacer universal una historia que lo es de por sí: “Precisamente aquellos que no tienen ningún miramiento a la hora de forzar la opinión de los otros son los más sensibles ante cualquier oposición hacia su propia persona”.


El último capítulo del libro es un profundo deseo de que el mundo vuelva a ser habitable: “Todas las ideologías y sus triunfos temporales acaban con su época. Sólo la idea de la libertad espiritual, idea de todas las ideas que por ello no se rinde ante ninguna otra, resurge eternamente, porque es eterna como el espíritu. Si exteriormente y durante un tiempo se le quita la palabra, se refugia en lo más profundo de las conciencias, inalcanzable para cualquier opresión. Por eso es inútil que los gobernantes crean que han vencido al espíritu libre por haberle sellado los labios, pues con cada hombre nace una nueva conciencia y siempre habrá alguien que recordará la obligación espiritual de retomar la vieja lucha por los inalienables derechos del humanismo  y de la tolerancia. Siempre habrá algún Castellio que se alce contra cualquier Calvino, defendiendo la independencia soberana de la opinión frente a toda violencia ejercida desde el poder”.

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