Tenemos, por llamarlo así, un apartamento sobre el muelle de
cemento. No está amueblado. Es verdad que hay una mesa de plástico y unas
sillas pero no mucho más. Su atractivo está en que, desde la puerta de entrada
o desde la ventana, la vista es muy
original. Se ve al fondo el horizonte
del mar, encerrado entre los espigones de entrada del puerto. El tráfico de
barcos mercantes es constante. Cuando pasan cerca, solo tenemos frente a
nosotros el color del casco. El apartamento es el penúltimo de una larga fila
de minúsculos adosados que casi llegan hasta el final del muelle. Si no tienes cuidado, puedes
caer al agua cuando sales de la casa. A las tardes, el sol entra de lleno en la habitación y marca las líneas de sombra con total exactitud. solo los rodapiés hacen saltar las diagonales.
Hoy me he dado cuenta de que cada uno dispone de una barca
de plástico hinchable, con la que pasear por el puerto. Invito a otros dos
hombres que también pasan aquí las vacaciones a compartir el paseo. El bote tiene
un tamaño infantil y, al poco de zarpar, el viento levanta la proa como si
fuera una vela y nos arrastra lejos del muelle. Estamos en mitad del puerto. Un
remolcador, un petrolero o cualquier otro barco se nos puede llevar por delante
sin enterarse. Antes de que se produzca un momento difícil, el viento se
detiene entonces veo que hay un pequeño
remo sujeto contra el costado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario