Reviso las imágenes de la picaraza muerta. Vistas en bruto no parecen muy agradables. Son unas fotos duras. El cadáver de un pájaro que yace sobre el cemento no tiene un gran recorrido estético. Quedan las irisaciones de las plumas pero es difícil separarlas del cuerpo quebrado. No son como el brillo del nácar. Las conchas no retienen el eco de la muerte. Al contrario: su dureza repele el recuerdo del ser vivo que las habitó. El placer de la ausencia. El vacío. Así las cosas, debo apartarme de la verdad y hacer un cartel con el recuerdo. No llego más allá porque el cuello retorcido de la picaraza no me reconforta en absoluto y hubiera preferido que el final del poema se cumpliera como una profecía.
Pourtant, lorsque viendra le temps des violettes,
Nous ne trouverons pas leurs délicats squelettes
Dans le gazon d'avril, où nous irons courir.
Est-ce que les oiseaux se cachent pour mourir ?
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