El viernes a la tarde una picaraza cayó muerta desde un chopo. Su cadáver quedó en el pavimento del paseo contra la costumbre de los pájaros, que se esconden para morir. Salí un momento del trabajo para ver cómo el sol arrancaba de sus plumas inermes una última irisación. De verdad que me acerqué en silencio, casi con respeto pero las demás picarazas, en las ramas de los chopos, comenzaron a graznar pidiendo distancia.
Siga, siga, por favor, que ese (I) promete mucho. Saludos.
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