15/11/10

Salgamos a la luz


















(c) Carlos Cánovas


Akal (no huyas lector) ha comenzado a publicar las obras completas de Benjamin. Además saca a la venta el Libro de los Pasajes, éste último a un precio exorbitado y con una maquetación repulsiva.

Estaba leyendo “sobre algunos motivos en Baudelaire” cuando Carlos Cánovas inauguró exposición en Armendia. Enseguida se establece una relación. Benjamin hace un repaso exhaustivo sobre las ciudades de finales del XIX descrito por escritores y pintores de la época: masas de hombres autómatas que circulan por la calle sin rumbo y casi sin luz en un panorama desolado y que Baudelarie hace desembocar en la feliz figura del flâneur. Feliz, claro, para quien puede permitirse un poquito de Spleen mientras describe así Londres:

“Una ciudad como Londres, donde se puede caminar horas enteras sin llegar siquiera al comienzo de un fin, tiene algo de desconcertante.

Y sin embargo se adelantan unos a otros apuradamente, como si no tuvieran nada en común, nada que hacer entre ellos; sin embargo, la única convención que los une, tácita, es la de que cada cual mantenga la derecha al marchar por la calle, a fin de que las dos corrientes de multitud, que marchan en direcciones opuestas, no se choquen entre sí; sin embargo, a ninguno se le ocurre dignarse dirigir a los otros aunque sólo sea una mirada. La indiferencia brutal, el encierro indiferente de cada cual en sus propios intereses privados, resulta tanto más repugnante y ofensivo cuanto mayor es el número de individuos que se aglomeran en un breve espacio.”

Veo las fotografías de Cánovas y la memoria va hacia atrás en un recorrido de esta lista de fotógrafos anti-flâneurs y que, ya que estamos, podríamos calificar como plenairistes. Se quejan algunos de la luz cadavérica de las imágenes contemporáneas, las del subsuelo que, al menos a mí, me es tan querida, y olvidan esos mismos a tantos artistas que, trípode al hombro, llevan cincuenta años retratando la ciudad y sus alrededores a plena luz del día y sí, a la caída del sol o en noche cerrada. ¿Tendrá esto algo de malo? El descubrimiento de la luz eléctrica no ha hecho que los atardeceres dean de peor calidad.

En cuanto a las fotografías de Cánovas, son los antípodas de la descripción dramática que recoge Benjamin y que sólo puede ser abordada si se es Baudelaire. Los alrededores de la vivienda de Cánovas están vacíos. Hay una vida oculta mostrada solo a través de los signos. Las masas de los trabajadores que ahora se emplean en el sector servicios ya están en casa o no han llegado todavía. Cizur es ahora una ciudad dormitorio de calles de una sola dirección en las que hay un coche aparcado o unos arbolillos cuyas hojas, de un verde intenso, contrastan con el seto de coníferas que los protege. Hay un atardecer para nadie. Parece que el fotógrafo desee ocultar no sólo la presencia de cualquier persona sino también la suya propia. Todos sabemos que la objetividad es imposible pero ese anhelo de mostrar solo la huella mínima del habitante de la ciudad dormitorio, una luz en la ventana, una pintada, los restos de un taller abandonado, hacen de estas fotos el discurso del hombre que decididamente no quiere pasear entre las masas. “Salgamos a la luz”, decía Monet a sus visitantes. Tal vez después les mostraba su Puente de Charing Cross envuelto en el smog del comienzo de la era industrial.

3 comentarios:

  1. inquietante, ese cuadro y desazón me produjeron los de su jardín que vi hace años en la exposición de la fundación March "Monet en Giverny". Me encantan.

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  2. Anónimo16/11/10

    Hombre Passy, Cizur ciudad dormitorio?...

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  3. Anónimo23/11/10

    No sé qué pasa con Cánovas, parece que con la temática y el momento elegidos para las tomas vaya a resultar triste, o melancólico al menos, y ves esas fotos y es todo lo contrario, son imágenes que a mi me llenan de paz por su belleza, pero también de alegría, será por la calidad/calidez de las mismas y la cercanía con el autor...
    M.P.

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