La Defénse es lo que era: un barrio que no se aguanta a sí mismo. Los edificios de apartamentos están ajados, los bajos comerciales no tienen nada que ver con los edificios donde se encuentran: parecen encastrados a martillazos. En cuanto cae la tarde y los trabajadores salen por piernas, la explanada se convierte en un desierto donde merienda alguna familia despistada. Aquí o allá lejos salta el flash de una máquina de fotos apuntando al infinito. La cubierta del Cnit -de nuevo en obras- está en carne viva y los anuncios luminosos no parecen atraer a nadie. La vegetación disimula algo este páramo que no visitaba hace veinte años. Sólo los rascacielos de las grandes multinacionales parecen conservar su prestancia. Parte de la base del Arco está ya vallada como para evitar que les caigan cascotes a los viandantes. En la pie izquierdo tiene su sede un Ministerio de la República. Creo que no he visto nunca una órgano administrativo de nombre tan prolijo: ministère de l’Écologie, de l’Énergie, du Développement durable et de la Mer. Ni siquiera el anagrama sirve de consuelo. (MEEDDM). Y con estos mimbres difícilmente pudo hacerse un logo en condiciones. Vuelvo al hotel en silencio.
muy bien
ResponderEliminarMe digo que parece una metáfora de los tiempos modernos, en que tantas empresas colosales de pies de barro se resquebrajan, hacen agua y se derrumban.
ResponderEliminarLa manía de las fachadas modernas de caer a pedazos es tal, que se podrían montar exposiciones y publicar álbumes de fotografías con edificios envueltos en burka sin ayuda de Christo.
Ya Azúa, en una de sus novelas, hacía del constante goteo de pedruscos desde la fachada de un edificio barcelonés de Bofill un leit-motiv de la narración.
¡Ay la fuerza de la gravedad!
ResponderEliminarQué hermosa está estos días la catedral recubierta de andamios y lenzos verdes. Van a quitarle el moho y a tratarle algunas litoenfermedades. ¿No la dejarán así, enfundada también a lo Christo? A las mañanas le da la luz de través, desde la derecha y se adivinan las torres mucho más interesantes, veladas, misteriosas. De todos los paneles explicativos que el Ayuntamiento ha atado a la verja del atrio, el que mayor sentido tiene es el que reproduce la frase de Victor Hugo; la de siempre, la de las orejas de burro.
Saludos, Anónimos,