La obscenidad de los cerezos

La primera tormenta del año se ha llevado por delante la flor de los cerezos. A cambio, entramos es casa sobre una alfombra de pétalos rosas y traslúcidos que se adhieren con la humedad a las escaleras de piedra. Conforme se van secando, el aire los arremolina en cualquier rincón y forman delicados montoncillos. Cuando cae la tarde resultan casi fosforescentes de puro pálidos.

En dos semanas, los brotes nuevos de la morera han crecido más de un palmo y la corteza de los abedules ya contrasta con la hoja nueva y verdísima recién nacida. El olor de las lilas viene y va y el vecino que corta baldosas cuando llega el buen tiempo, aún no ha sacado al aire libre sus instrumentos de tortura. El hecho de que todo esto sea real, me resulta extraño y obsceno. Se me pasó la visita del psiquiatra. Llamaré mañana.