10/1/09

El arco doble

Esto es que entré a ver una exposición en la que se mostraba la concha de un nautilo de procedencia china y decorada en el siglo XVI en el taller de los plateros Jamnitzer. Había además arquillas, arquetas y cajas califales que, con el tiempo, acabaron teniendo un uso religioso. Bien. Entré por el gusto de ver una concha de nautilo convertida en naveta renacentista porque me vino al recuerdo la fotografía de Edward Weston vendida en octubre de 2007 por un millón de dólares. Nautilus 23 x 16 cms. La comparación podía resultar interesante. La misma sensación de lujo quinientos años después. Sin embargo, la cabeza de uno va como va. O sea: mal. Nada más entrar, de la misma forma que a los indios se les engañaba con bisutería, mis ojos se perdieron en los reflejos de las vitrinas que guardan los objetos expuestos. Los cristales reflejaban otros cristales. Las cajas aparecían por pares y enseguida olvidé el motivo de la visita. Como no llevaba máquina de fotos, eché mano del móvil: un Sony Ericcson escandalosamente pequeño. Cuando tenía ya tres o cuatro fotos me abordó educadamente un señor de cuyos labios escuché, una vez más, la frase de las frases: -Disculpe; no está permitido hacer fotos.


He oído todas las versiones. La mejor, en un polígono militar, desde un jeep: -¡Eh! ¡Que aquí no se pueden quitar fotos! Hacer, quitar, tomar. No está clara la relación del fotógrafo con el acto. El asunto es prohibirlo. La obtención de placer en un intervalo de tiempo más o menos breve es siempre sospechosa. Sonreí al hombre. Le mostré todas las piezas dentales que pude. Fui amable y guardé mi movilín. Ya no tuve ganas de mirar la concha, (¿Cómo se le llama en Argentina?) ni de leer cómo se había restaurado, así que después de echarle un vistazo a una cajita árabe de marfil en la que nada quedó sin decorar, me dispuse a salir. El hombre-prohibición se me acercó de nuevo. Supe entonces que no había tenido muchas ocasiones de pronunciar la frase de las frases: –Hay una publicación con muchas fotografías- me dijo. –Cuesta tres euros. Levantó las cejas. Y en aquel doble arco podía leerse con toda claridad una leyenda muy completa: “No es mucho dinero. Las fotos son buenas. Siempre serán mejores que las que usted obtenga con un móvil. Tal vez no debí decirle que no se puede hacer fotos. De hecho, no hay un cartel prohibiéndolo. No me gusta decir no.”


Entendió que soy hábil leyendo cejas. Moví las mías: "Me interesaban los reflejos de los cristales. No importa; me apañaré con lo que tengo y si no, qué le vamos a hacer." Puso cara de haber comprendido.


Nautilo chino.Decoración s. XVI

Edward Weston. Nautilus

Publicación Tesoro monástico

2 comentarios:

  1. Hipótesis:
    -No ponen carteles porque está feo prohibir.
    -Dan por supuesto que nadie va a osar sacar fotos.
    -Son celosos guardianes de los derechos de autor.
    -Arte y monopolios.
    -Pretenciosidad: "Nuestras exposiciones son tannn exclusivas..."
    -Aquí mando yo/nosotros.
    -etc.

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  2. Anónimo12/1/09

    http://www.edward-weston.com/images/image_pepper_index.gif

    Cambia el sentido de lo que entendemos por "me importa un pimiento"
    M.P.

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