6/5/08

Un minuto

Repasando las páginas de Caude Koski me llamó la atención este minuto. Las razones parecen obvias. Esperar. Atender al tiempo. El minuto de silencio. Comprobar cómo una medida de tiempo antaño tan minúscula se hace enorme a la hora de ser contemplada. Cualquier acontecimiento sometido a estudio varía irremediablemente. Y tal vez la presencia inexorable del tiempo en dosis exactas y continuadas; dosis que, como cualquier medicina sirven para curar si se administran en la forma adecuada. Aquí, sin embargo, no hay prescripción facultativa, la administración es constante y por tanto causará intoxicación.

4 comentarios:

  1. Anónimo7/5/08

    Ciertamente eso de leer el tiempo que pasa es muy semejante al tormento chino de la gota que cae.
    Ahora ya no vemos la circulación, los coches que pasan o la gente que tenemos cerca. Vivimos junto a un semaforo contando los segundos que nos quedan para padecer a este y pasar a padecer en el siguiente.
    Demasiada conciencia del tiempo pasando.
    El peri

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  2. Anónimo10/5/08

    Una puntualización. La web recoge la hora exacta que marca el reloj de tu PC y la imprime en pantalla. Pero no varía, los segundos parpadean pero las 10:27 permanecen. No sé si es el tiempo que pasa o, más bien, el tiempo congelado.
    Curiosidad: Si actualizas la página, se actualiza la hora, pero vuelve a quedar inmutable. Está divertido, eso de que el tiempo pase sólo cuando tu quieres...
    M.P.

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  3. Lo que hace aún más evidente que no somos capaces de soportar ni siquiera una de las medidas más cortas de tiempo que nos hemos dado en términos no científicos. Excelente observación. Koski es una máquina.

    Esto quedaría bien en los semáforos a los que hace referencia El Peri: un guarismo determinado parpadeado constantemente, pero invariable en el tiempo

    p.d. Vid correo de ayer

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  4. Anónimo14/5/08

    Habría que poner el numerillo inmutable y parpadeando en los semáforos, pero no en el de los peatones, sino en el de los conductores. ¿te imaginas? habría infartos. Volverían bajo tu ventana a tocarte el claxon en las narices... Te respetaré siempre, que decía el oyente aquel de Kamela
    M.P.

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