-Es una broma.- Dije.
Pero ellos han vuelto con un ejemplar de la primera edición de cuentos breves y extraordinarios (Antología) de Borges y Bioy Casares.
DEL RIGOR DE LA CIENCIA
En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el Mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el Mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, los Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del Sol y de los Inviernos. En los Desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas.
Suárez Miranda: Viajes de Varones Prudente! libro cuarto, cap. XIV, Lérida, 1658.
Pero ellos han vuelto con un ejemplar de la primera edición de cuentos breves y extraordinarios (Antología) de Borges y Bioy Casares.
DEL RIGOR DE LA CIENCIA
En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el Mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el Mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, los Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del Sol y de los Inviernos. En los Desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas.
Suárez Miranda: Viajes de Varones Prudente! libro cuarto, cap. XIV, Lérida, 1658.
Ya lo sé. Sé lo que dirá el editor Ayacam pero me da igual. Abrir este ejemplar cuyas páginas huelen a rancio y ya no son ni amarillentas sino del color del café con leche, me pone bastante.
Dentro del libro hay un par de tarjetas de la librería donde lo encontraron El rufián melancólico. Libros de viejo, Revistas, Fantasmas. Bolívar 857. Buenos Aires.
S. me dice que el librero duerme en la misma librería y que me hubiera gustado verla. Seguro.
Nota para el sr. Vidal:
El comercial que ud. buscaba, aquí.
Me parece muy bien que, sea lo que sea, a usted le dé igual. Pero ¿qué es lo que piensa que dice o dirá el editor Ayacam? ¿Que no hay que ser fetichista, y que es lo mismo una primera edición dedicada por el autor que una de bolsillo mal encolada y de impresión manchosa? No suponga tanto, señor de Passy. Incluso a Ayacam le ponen bastante los fetichismos aplicados al libro, lo raro, lo valioso, lo que persiguen los coleccionistas. Y siente una indisimulada envidia por el regalo que acaban de hacerle a usted. Borges es dinamita en cualquier edición, incluso en la peor, pero la que usted posee ahora tiene un punto excitante. Muy bien para usted.
ResponderEliminarEstimado sr. Ayacam:
ResponderEliminarCuando escribía esta entrada tuve algún reparo y me acordé de ud. De ahí que le citara. Siempre le creí más cerca de la idea espartana del libro; de la adquisicón a bajo precio, con tal de que el contenido fuera de calidad. Esto que me dice es para mi una sorpresa. Así que me alegro de la coincidencia.
Aguardando ansioso la segunda parte de "sólo los vi una vez", reciba un atento saludo.
Está bien eso de llamar "comerciales" a los spots que siempre hemos llamado "anuncios".
ResponderEliminarPero eso es otra cuestión. Lo que me interesa es saber qué anuncio buscaba el sr. Vidal: el de un fax que imprime billetes o el de Ana Goya haciendo de maruja. Por diferentes motivos a mí me parecen atractivos ambos.
Siempre había creído que su apellido era griego. O sea, con acento: Millásboris.
ResponderEliminarYo buscaba alguien que me ayudara a montar la estantería que me compré en Ikea el día que fui a por una pala para cavar mi tumba. Empecé a montarla y en seguida pude armar cuatro soportes spragzen a base de usar tornillos sblinga y tuercas strazlen, como decía el manual de instrucciones, pero llegó un momento en que me faltaban estantes sblinking y me sobraba una puerta bledka. Ahí me atasqué. El anuncio de teléfonos no me ha sacado del apuro: tendré que meter la estantería en la tumba, porque las instrucciones de la pala las entendí a la primera. Según cavaba me acordaba de aquel rey Felipe al que llamaban el rey fosa porque era más grande cuanta más tierra perdía. Y en este plan. Y ya iré otro día a por otra pala si me da por ser previsor y fabricarme la fosa. Lo que no pienso comprar es otra estantería sblinking, eso seguro.
ResponderEliminarMuchas gracias, señor Passy, por haberlo intentado.
Ya sé que esto no se pregunta... pero me puedes decir dónde encontraron esta joyita? la dirección de la librería y eso... :D
ResponderEliminartamaño cuento breve y extraordinario.
ResponderEliminarSiempre me pareció una crítica disimulada de ambos autores al realismo.