Detrás de nuestros asientos se abren los palquillos del patio de butacas. Enmarcadas por el terciopelo rouge foncé, algunas de las chicas que asisten a la representación parecen sacadas de un catálogo de moda. Me vuelvo para mirarlas. Descaradamente. Casi todas vestidas de negro, haciendo luz de gas a sus acompañantes. Sobre el hombro de una de ellas, su novio sestea apoyando la barbilla. Le hago un gesto. Apenas hay luz. Ella sonríe y el chico se despereza. La lámpara de la sala se va apagando poco a poco y el telón se levanta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario