Un rato hablando de La casa de Bernarda Alba. Una versión puesta al día. Hay una idea general en la mujeres que participan en la conversación: existe todavía algo de esto, de la imposición a los hijos, no del luto, pero sí del ordeno y mando, Yo no lo creo. Los hijos no están para tonterías. Tal vez quede algún rastro que confirme la regla, pero los hijos hacen hoy lo que les da la gana y los padres no tienen derecho de veto. S.P. dice que de lo que habla Lorca es en realidad del silencio, de las apariencias, del no decir. Mi hija muerta virgen, no tocada. Esto, extrapolado a cualquier situación en la que deba imperar el silencio. Esto tal vez sea más moderno, pero también es cierto que el silencio va con nosotros, A sensu contrario: ¿Qué sentido tiene gritar a los demás que nuestra hija ha hecho el amor con Pepe Romano? El silencio tiene un origen mágico y protector. ¿Cómo era aquello? No cuentes tus penas a tus amigos. Que les divierta su p. madre. Y no sólo eso: no decir, es proteger el futuro, resguardar lo que va a venir de los males que lo acechan. Excepción: El verbo se hizo carne.
Yo creo más en la locura de la madre, de la que ya avisa la abuela. Bernarda está loca y es una locura que no da para un argumento. Así que miro más al público en sus palcos, que al objeto de su mirada. La casa de Bernarda Alba está hoy vacía. No queda nadie. La tarima se ha levantado víctima de las goteras y en el rellano de la escalera se acumulan los cascotes que han ido desprendiéndose del cielorraso. Si hubiera alguien en la casa serían las hijas quienes, subidas a la chepa de su madre, la fustigarían haciéndola avanzar hacia la vejez, sin miramientos ni concesiones. Lorca es ya teatro clásico. Un teatro que dice mucho menos que las representaciones antiguas; que el siglo de oro o que los griegos. En su caso, en el de Bernarda Alba, no se cumple la máxima de que la historia del más pequeño de los lugares representa lo universal. No sabría decir dónde se encuentra, pero hay una impostura, un artificio en esta tragedia. O tal vez sea yo mismo el que la rechaza como espectador. No lo creo. Creo más bien que se trata de un agiornamiento de lo griego con poco fuste a pesar del titánico esfuerzo de sus protagonistas.
Tengo esta sensación de impostura con casi toda las obras de Lorca. Con Yerma, sobre todo. Es cierto: a nosostros no nos habla.
ResponderEliminarAntes de nada: ¿qué ha sido de los Parecidos razonables y III? ¿Acaso no eran tan razonables? Si quiere más parecidos bastante razonables, no deje de visitar (si es que no lo ha hecho ya), la exposición madrileña a la que se refería usted indirectamente en su comentario del pasado día 9: El reaismo. En la exposición "Mímesis. Realismos modernos" (hasta el 8 de enero), podrá contemplar la obra de Max Beckmann "El palco" (1928) y la obra "Palco de la ópera" (1926) de Guy Péne du Bois.
ResponderEliminarA lo que iba.
No sé de qué Bernarda Alba habla usted, ni sé por tanto del mérito titánico de sus protagonistas. Cada representación tiene sus cosas y tal vez en esta ocasión no haya dado usted con la más acertada. Yo no veo una Bernarda desde que la protagonizara el difunto Ismael Merlo, de feliz memoria, con dirección de Angel Facio, si mal no recuerdo: una ocasión infausta, porque había entonces mucho desconcierto y mucha desinformación, mucho atrevimiento y mucha ingenuidad artística y política. Le estoy hablando de los años en que en España ya no había Caudillo, pero tampoco Constitución, conque calcule.
El teatro necesita que los personajes que aparezcan en la escena lleven un traje de poesía y al mismo tiempo que se les vean los huesos, la sangre. Son palabras de García Lorca de abril de 1936. Así que ¿artificio? Todo. Faltaría más. Es que no puede ser otra cosa que artificio, que convención sujeta a normas para expresarse en libertad. Todo el realismo no es otra cosa. Ahora bien ¿impostura? Ninguna. Decir eso de las piezas de Lorca denota ignorancia o mala intención. No hay que darle muchas vueltas a la Bernarda para saber de qué habla. Lo dice la misma Adela: Mi cuerpo será de quien yo quiera. De la fuerza del sexo habla también Yerma, como es sabido. De la tragedia que se produce del encuentro entre dos fuerzas tan grandes, tan descomunales, tan imparables como un alud en la montaña. Otra vez Adela, refiriéndose a Pepe el Romano, casi al final: El dominará toda esta casa. Ahí fuera está, respirando como si fuera un león.
Las palabras de garcía Lorca tienen la fuerza de la poesía y la verdad del teatro. Permítame una cita del gran director alemán Peter Stein en una entrevista reciente: El teatro es la descripción provocadora de la existencia humana; provocadora no porque quiera provocar, sino porque se corresponde con la verdad.
Eso es el teatro todo de García Lorca, palabra esencial, directa, de una belleza prístina (si me permite la cursilería), de una conmovedora verdad.
¿Nos habla a nosotros? Y cómo no lo ha de hacer si en la Bernarda no se habla sino de eso, de la fuerza del sexo y de ese muro de contención que son las normas sociales, de cuyo encuentro no puede nacer sino la catástrofe, la tragedia. Porque no podemos dejar de movernos entre el sueño y el temor.
Le supongo muy capaz de haber disfrutado en la representación de la Bernarda a que alude, como suele ocurrir en algunas funciones de ópera, cuyas puestas en escena son incapaces de amordarazar la belleza incontenible de la música, de las palabras de García Lorca. Recuerde su sonrisa de usted cuando Poncia, muy al principio, cuenta cómo disfruta oyendo cantar al párroco un Pater Noster (subió, subió, subió la voz que parecía un cántaro llenándose de agua poco a poco) y lo compara con el canto del antiguo sacristán, que cuando cantaba "retumbaban las paredes, y cuando decía amén era como si un lobo hubiese entrado en la iglesia".
Estimado sr Anonymus:
ResponderEliminarEnseguida llega Parecidos razonables III que será distinto del que hubiera querido. Resulta curioso las pocas imágenes que existen de los placos del éxtasis de Santa Teresa. Sé que tengo unas fotos en algún sitio, pero no doy con ellas. Por parte de editores físicos y virtuales me parece un gran desprecio a la idea del teatro de mundo, separar a la santa de sus espectadores.
Por otra parte: no pongo en duda la belleza de la palabra en Lorca. Hay momentos que son -literariamente- muy emocionantes. Sin embargo, estoy con Mercedes: Lorca no nos habla a nosotros. Esa belleza gramática esconde muchas veces una tragedia falsa con independencia de su mejor o peor representación.
Qué placer discrepar para poder leerle a ud.
No sé si podré ver la exposición de Madrid. Ganas no me faltan.
Mercedes: un abrazo ¿es verdad que vienes a París este año?
En eso estamos. Me encantaría ir a París. ¡Incluso siento nostalgia de París! Y más leyendo tus cosas. Queda concretar con Bea. Un beso.
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