Estaba repasando las fotos del viaje, de la parada en Burdeos y de la estación. Mientras amanecía hice ésta que me recuerda a las imágenes que veíamos de niños cuando nos explicaban el funcionamiento del ojo: en la mitad de una caja de cartón cerrada, poníamos un papel impregnado en aceite, hacíamos dos orificios uno enfrente del otro, en cada un lateral de la caja y veíamos la realidad desleída y boca abajo.
No iba a hablar de esto. Iba a decir algo de otras cajas, de los lugares habitables. De las metafísicas de Oteiza o de los iglúes de Mario Merz, de los confesionarios de Cristina Iglesias y entonces me encuentro con esta foto: una marquesina, un lugar donde ponerse a cubierto, dentro de una estación; otro lugar donde ponerse a cubierto.
Me ha parecido entender entonces las fotos de Euba de las que hablaba ayer. Euba mira desde dentro, protegido. Y encima pinta de negro las ventanillas del coche o de la vivienda. ¿De qué habla Euba? ¿De la violencia o de la distancia? Ahora he visto algunas cosas suyas que suceden en la calle, fotografías de una violencia descafeinada, cada vez más cercana a la escuela de Txomin Badiola. Aunque cuando uno llega el otro ya se está marchando.
Voy a ver si mañana encuentro un libro de fotos de Arnold Odermatt a un precio razonable. Sólo por comparar el Seat Panda de Euba con los Volkswagen del suizo.
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Método de lectura: aprender a leer como aprender a mirar. Todo exige esfuerzo y entrenamiento
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