Hablar de uno mismo ¿Para qué? ¿Quién quiere miserias bajo la excusa de la realidad? ¿No equivale el diario -más o menos íntimo- al reality show? Cuando baja la intensidad de la cosa, se cuentan un par de intimidades y en marcha: “Me acosté con Fxrxpol.” “He vendido mi casa de la playa al crítico Lgerdafzín que, por cierto, es un cabrón con pintas.” ¡Hala, p’arriba el folio!
No a la carnaza. No a la chuleta propia a la brasa; ni a fuego lento. Si hay que decir algo de uno mismo que sea sólo lo justo.
Digamos pues lo imprescindible: he aquí mi experiencia sexual del día ¿Va bien así la cosa? A que sí. Pues va a ser que no.
Estaba sentado esta mañana en la terraza del Bir-Hakeim, contemplando el puente de mis desdichas que, como recordará el lector, no tengo forma de pintar. Preparaba un dibujo de las farolas que cuelgan entre columna y columna cuando ha sonado el móvil.
-Hallo? (Silencio.)
-¿Sí? (De nuevo silencio.)
En la pantalla del teléfono, el nombre de A.I.
Se oyen ruidos de fondo. En vez de colgar espero y entonces los sonidos se hacen reconocibles. Atrás, el rumor de pasos de un grupo de turistas. Adelante, casi junto al teléfono, su taconeo femenino, elegante pero no exagerado. Agitado pero no revuelto. Una parada para explicar un cuadro de Gustave Moreau (no sé que ve A.I. en Moreau) y nuevamente los tacones hasta el final de la comunicación. He dejado el dibujo y he pedido una biere pression, evitando pensar si el jugueteo de A.I. con las teclas del móvil tiene alguna lectura que no sea la de la estricta casualidad.
Digamos pues lo imprescindible...
ResponderEliminarDigamos lo imprescindible...
lo imprescindible...
imprescindible...
prescindible...
rescindible...
escindible...
mejor no digamos.