11/5/05

Deportado 6448

Nunca o casi nunca leo la prensa. Hoy salgo corriendo a buscar cualquier periódico en español. No me conformo con los digitales. Quiero verlo en papel impreso, en tinta que manche los dedos.
Hágase abstracción absoluta; deje a un lado el lector las connotaciones de lo representado por el señor Marco y tómese su tiempo para que luego no quepa el reproche. Ya habrá momento -ya lo ha habido- para el "qué vergüenza," o "esto es carnaza para los negacionistas."

He aquí el paradigma de la representación. La mentira de Marco merece un teatro, un proscenio con candilejas en el borde que iluminen su papada desde abajo; un escenario para el sólo. Lo dicho: la mentira repetida el número de veces suficiente. Y la suplantación no del otro, sino de uno mismo. Esta es la impostura moderna.
Antes y Ahora
Antes, la imagen del idiota con el embudo en la cabeza y la diestra en el pecho, bajo la chaqueta.
Ahora, la imagen de uno mismo diciendo:- soy yo mismo.
Quien esté libre de pecado.
Qué puede suponer el miedo a ser descubierto comparado con 125 charlas anuales. Qué, con el placer de crease a sí mismo una y otra vez en cada una de ellas.

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