Yo creía que el no comer era un avatar típicamente parisino, pero he aquí que van dos días ya que la patrona de la pensión se manda mudar y me deja en la habitación con las tripas hechas un nudo. Con los últimos veinte francos que me quedan he comprado cigrarrillos. Tanto peor, y como escribir es para mí un acto complementario al placer de fumar, seguiré escribiendo la historia de Panchito y de su padre, que anda por buena vía. Mi Manual de Fotografía duerme sobre la mesa. Perduran las malas costumbres literarias.
La tentación del fracaso Julio Ramón Ribeyro
No hay comentarios:
Publicar un comentario