5/7/14

Irreprimible tendencia a comunicarse


“…sintetizo sin reproducir la extensa argumentación de Spinoza:

a) Que la libertad de pensamiento y comunicación es una necesidad y un derecho: cada uno es dueño de sus pensamientos, y no hay poder capaz de impedirlo. Por otra parte, es irreprimible la tendencia de los hombres a comunicarse («a decir y enseñar lo que piensa»), y esa libertad es condición de progreso de las ciencias y las artes.

b) Que esa libertad es compatible con la autoridad. Más aún, que las leyes contrarias a ella, no sólo son violencia («será un gobierno violentísimo aquél en que se niegue a cada uno la libertad de decir y enseñar lo que piensa», o «cuanto menos se concede a los hombres la libertad de pensar más se les aparta de su natural estado y, por consecuencia más violentamente se reina»), sino además, inútiles, y aun gravemente perjudiciales para el bien de la sociedad y del Estado, porque, y con esto verdaderamente se alcanza el nervio de la argumentación y, al menos en mi opinión, la diferencia básica con Rousseau, con ello se originarían dos efectos perversos:

1.- La corrupción de la sociedad: si efectivamente se consiguiera evitar que los hombres pudieran expresar lo que piensan cuando ello es contrario a la voluntad del soberano (y, adviértase, esto no es un supuesto fácil cuando el soberano es democrático, según SPINOZA) «no podrá conseguirse nunca que piensen sino aquello que quieren. De esto se deduce necesariamente que los hombres pensarán de una manera y hablarán de otra y, por tanto, que la fe, tan necesaria en el Estado, se irá corrompiendo y alcanzando favor la adulación abominable y la perfidia, de donde seguirían los engaños y la corrupción de todas las buenas costumbres».

2.- La eliminación de un caudal importante para la sociedad: los hombres honrados, los espíritus libres (los disidentes): «¿Qué mal mayor puede escogerse para un Estado que ver hombres honrados condenados como criminales al destierro, porque piensan de diversa manera e ignoran el fingimiento? ¿Qué, repito, más pernicioso que conducir a la muerte y considerar como enemigos a hombres que no han cometido crimen ni delito alguno, sino tener el pensamiento libre...?»

c) Por fin, y esto es la conclusión más importante, libertad de pensamiento y poder soberano del pueblo son compatibles: «Aquello que no puede prohibirse debe concederse, aunque por este motivo con frecuencia pueda seguirse algún perjuicio».  hemos visto que todos se obligan con su pacto a obrar según la voluntad común, pero no a juzgar y a pensar de ese modo; es porque los hombres no pueden todos pensar del mismo modo, y pactan que tenga fuerza de ley aquella que reúna más  sufragios, conservando sin embargo, autoridad bastante para derogarla si encontrasen otras  disposiciones mejores». Es cierto que, como confiesa  Spinoza, «de tal libertad podrán nacer algunos inconvenientes», pero ¿cuándo no? Por otra parte, esos inconvenientes pueden ser «evitados por la voluntad del soberano», y, como concluye con frase lapidaria, «El que pretende determinar todas las cosas con leyes, más bien irrita los vicios que los corrige»

Javier de Lucas

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