6/4/13

Los atlantes no sueñan


"No tengo por que quejarme de mi fantasía: durante el transcurso de mi vida, pocos pensamientos me asaltaron que perturbaran ni siquiera el curso de mi sueño, si no es algunos de deseo, que me despertaron sin afligirme. Sueño rara vez, y, cuando tal me acontece es con cosas quiméricas y fantásticas, emanadas comúnmente de pensamientos gratos, más bien ridículos que tristes. Tengo por verdadero que los sueños son intérpretes leales de nuestras inclinaciones, pero por cosa de artificio el interpretarlos y el descifrarlos:

Las cosas que llenan la vida de los hombres, aquellas en que piensan, por las que se interesan, las que ven y ejecutan durante la vigilia, las que de inquietud los llenan, todas, en suma, de ningún modo debe admirarnos que soñando se nos muestren. CICERÓN, de Divinat., I, 22.



Platón va más allá, diciendo que es deber de la prudencia el deducir de ellos adivinadoras instrucciones para lo venidero: nada de esto se me alcanza, si no es las maravillosas experiencias que Sócrates, Jenofonte y Aristóteles, personajes todos de autoridad irreprochable, nos refieren en este particular. Cuentan las historias que los atlantes no sueñan nunca, y que tampoco comen nada que haya la muerte recibido, lo cual apunto aquí por ser acaso la razón de que dejen de soñar, pues sabemos que Pitágoras designaba alimentos determinados para tener sueños ex profeso. Los míos son blandos, y no me procuran ninguna agitación corporal, ni me hacen hablar en alta voz. Algunos vi quienes maravillosamente agitaban: Teón, el filósofo, se paseaba soñando, y al criado de Pericles le hacían encaramar los sueños por los tejados y lo más prominente de la casa".

Ensayos
De la experiencia
Michael de Montaigne



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