30/3/13

la fragua y la mecha

















Querida I:

Me acordé de tu advertencia, hace ya 5 años. Ha vuelto a suceder: la memoria funciona por su cuenta en ocasiones como esta y hace perforaciones muy profundas; es como una planta petrolera en marcha, día y noche. Un tubo detrás de otro, precedidos por una mecha que se abre paso en el olvido. Silenciosa. Apenas sí se percibe cuando toca una zona sensible porque estas andan ya muy cerca del subconsciente. Esta mañana he conducido igual que si taladradora hubiera hecho un cortocircuito en la cabeza. Después de veinte minutos, he llegado al barrio Aserradero de Ecay. He vuelto a entrar en lo que queda del taller, la fábrica y las oficinas, he rodeado el horno y la chimenea y me he acercado a la balsa. Ya no está la caseta ni la báscula donde se pesaban los camiones madereros. No queda nada. He tomado unas fotos recordando a aquellas que hice hace 36 años, cuando aún funcionaba la fábrica. Recuerdo las tinas de alcohol metílico cuyo olor perdura entre las ruinas, el carbón vegetal amontonado, el horno y la fragua del taller que siempre me pareció una trasunto de la de Velázquez, rodeada de obreros en constante movimiento. 

Me acordé de ti, mientras la perforadora hundía la mecha cada vez más abajo buscando el origen de todo y rozaba conexiones nerviosas: el camino por donde corrieron las vías del tren, los postes de hormigón hexagonales, las muros descarnados a la luz de la luna, el agua remansada y las compuertas de la presa, hechas de tablones que apenas encajaban y entre cuyas rendijas rompía el agua, justo donde lo que sé, se mezcla con lo que no deseo saber.

Un abrazo,

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