Querida I:
Me acordé de tu
advertencia, hace ya 5 años. Ha vuelto a suceder: la memoria
funciona por su cuenta en ocasiones como esta y hace perforaciones muy profundas; es como una planta
petrolera en marcha, día y noche. Un tubo detrás de otro, precedidos por una
mecha que se abre paso en el olvido. Silenciosa. Apenas sí se percibe cuando
toca una zona sensible porque estas andan ya muy cerca del subconsciente. Esta
mañana he conducido igual que si taladradora hubiera hecho un cortocircuito en la
cabeza. Después de veinte minutos, he llegado al barrio Aserradero de Ecay. He
vuelto a entrar en lo que queda del taller, la fábrica y las oficinas, he
rodeado el horno y la chimenea y me he acercado a la balsa. Ya no está la
caseta ni la báscula donde se pesaban los camiones madereros. No queda nada. He
tomado unas fotos recordando a aquellas que hice hace 36 años, cuando aún funcionaba la fábrica. Recuerdo las tinas de alcohol
metílico cuyo olor perdura entre las ruinas, el carbón
vegetal amontonado, el horno y la fragua del taller que siempre me pareció una trasunto
de la de Velázquez, rodeada de obreros en constante movimiento.
Me acordé de ti, mientras la perforadora hundía la mecha
cada vez más abajo buscando el origen de todo y rozaba conexiones nerviosas: el
camino por donde corrieron las vías del tren, los postes de hormigón
hexagonales, las muros descarnados a la luz de la luna, el agua remansada y las
compuertas de la presa, hechas de tablones que apenas encajaban y entre cuyas
rendijas rompía el agua, justo donde lo que sé, se mezcla con lo que no deseo
saber.
Un abrazo,
No hay comentarios:
Publicar un comentario