Voy a escuchar a Ainhoa Arteta por segunda vez en el teatro
de una ciudad norteamericana. Es un edificio cilíndrico muy elegante. No necesito
pasar por la taquilla porque ya tengo mi entrada.. Creo que le digo a alguien
que es la segunda vez que veo a la cantante. A la salida, me pierdo. Es ya de
noche y las calles están despobladas, hay pocos edificios y enseguida se
convierten en pequeñas carreteras con curvas de 180 grados que ascienden por
colinas arboladas. Algunas casetas se parecen a los edificios que pinta Mateo Charris o a la churrería de Barañain. Pregunto cómo salir. Ni tengo miedo ni
siento angustia. Paseo solo y feliz por los alrededores de una ciudad que no
conozco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario