26/10/12

La cárcel de Pamplona


















De la cárcel de Pamplona no queda nada. Esta mañana han tirado los muros del patio y lo que fue la puerta principal es ahora una ventana hacia las casas más antiguas del barrio. Como ha llovido, el solar tiene un color amarillo Nápoles en el que destacan bien los brazos naranjas de las excavadoras.  Durante el mes de septiembre, el polvo cruzaba la calle San Roque, cada vez que las palas le daban un bocado a los  muros de la prisión. Estos últimos días, con el mal tiempo, todo ha resultado más higiénico y casi no ha habido espectadores.

La mañana anterior al derribo, en las celdas vacías, daba la impresión de que alguien hubiera prometido a los reclusos la libertad inmediata: en las paredes de las celdas estaban todavía  los carteles de las chicas, las biblias sobre las mesillas, la ropas en las perchas y los cepillos de dientes en los vasos sobre las repisas. Supongo que la Dirección de instituciones penitenciarias proveerá en el nuevo centro.

En el taller de manualidades,  alguien había escrito sobre una madera “ojo: pintado al óleo” y otro había pasado la mano con la pintura aún fresca. En la biblioteca del módulo de mujeres quedaban libros y la lista de los préstamos; los nombres, las fechas.

Aparte del recuerdo, no queda nada excepto breves  e involuntarios poemas escritos por unos y por otros:


Cama 6
Las camas se numeran
De la ventana a la puerta
Y las impares arriba.


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