27/5/12

Dean, Hugonnier y cómo entender los lugares lejanos


Teignmouth Electron de Tacita Dean

Traveling Amazonia de Marina Hugonnier


































En la excelente exposición del Centro de Arte Contemporáneo Huarte Lugares en pérdida hay, entre otras muchas obras, dos películas dignas de mención. De Tacita Dean, Teignmouth Electron, una película de 8 minutos rodada en 16mm y mostrada a proyector vista: los restos de un trimarán varado, junto a una palmera, en la playa de una isla caribeña. La cámara se demora en planos fijos o en pausados barridos que recorren el nombre del barco o la cubierta de cuyas escotillas surgen ya vigorosas plantas. El corto comienza y termina con un avión que parece llegar primero y marcharse después. 

En la cartela, junto al proyector puede leerse “(la obra) recibe el nombre de una embarcación destinada al fracaso en la que Donald Crowhurst intentó dar la vuelta al mundo, quedando a la deriva dos semanas antes de acabar. Sin embargo, Crowhurst emitió informes falsos sobre su progreso y desapareció después de registrar en sus libros la angustia del fracaso. La artista fantasea con esta situación de pérdida, a través de la imagen del barco que halló encallado en un solar costero de una pequeña isla del Caribe, veinte años después de los hechos. Y se involucra con la historia de la travesía, a partir de lánguidas imágenes del barco fantasma decrépito y varado en un entorno solitario, a modo de reportaje de una ensoñación trágico-poética, que trata de auscultar las otras historias que acompañaron al personaje en su fallida aventura”.

Desde luego, si trata de auscultar “las otras historias”, no lo consigue en absoluto. Ni siquiera llega a transmitir el terrible relato del fracaso en una empresa tan enorme como es esta de dar la vuelta al mundo en barco y en solitario. Nada de esto puede entenderse en la película si el espectador no conoce antes el libro de la autora en el que relata la historia de Donald Crowhurst, conoce del terrible suceso o lee previamente la cartela. En otro caso, el valor de la obra se reduce al carácter estético que conforma el proyector, su sonido, la sombra que arroja sobre la pared y las imágenes más o menos románticas que ha registrado la autora en la playa caribeña. Tal vez si se mostrara la película junto al libro como un todo, el conjunto daría razón de la idea.

Justo al lado se puede ver Traveling Amazonia de Marina Hugonnier. Un documental, rodado también en 16 mm, que habla de la carretera transamazónica: una locura de 9.000 kilómetros que recorre Brasil de Este a Oeste. A través de la historia de la construcción del carro y las vías para el desplazamiento de una cámara de cine, Hugonnier arma una historia casi sin importancia y a la vez inabarcable. Consigue equilibrar los dos términos de una manera –esta vez sí- muy poética sin dejar al margen  el sentido de las cosas, y hace que los 23 minutos que dura la película estén llenos de emoción y belleza. Hay personajes que con una frase o con su sola presencia dan cuenta de su ser. Lo mismo sucede con el paisaje. Los planos fijos y sin pretensiones de la carretera polvorienta o de la selva a primera hora de la mañana dicen mucho más de lo que muestran. Los diálogos están bien elegidos y lo pequeño explica lo grande con facilidad.

¿Por qué no habríamos de comparar? Se rodaron con la misma técnica, se exponen en el mismo Centro, ambas tienen una intención artística y hablan del efecto que produce en el hombre el abandono y la lejanía. Sea como fuere, las dos merecen un desvío.

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