A media tarde llamaron a la puerta de la habitación. No abrí y fue la camarera quien usó su llave para entrar. Como en otras cadenas de cierta categoría, en los Sofitel uno se encuentra por la noche la cama abierta y un poco de fruta sobre la mesa. Le dije que pasara mientras me acordaba de su colega neoyorkina, Nafissatou Dialloa y de Strauss Kahn. La reputación de ambos, los intereses de Estado, los relatos explícitos y las filtraciones, han dejado al margen el aspecto más literario del asunto: el lugar de los hechos; el hotel.
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