15/6/11

Marco Ferreri en miniatura


















Junto a la rotonda de la oficina levantan ahora una casa de cuatro pisos. Llega la cuadrilla a las ocho menos diez, cada uno en su coche, y se marchan a la seis. A lo largo de estos meses han ido tomando confianza unos con otros y se les oye hacerse bromas. Lo último que paró donde ahora está la obra fue un circo ambulante con animales medio amaestrados que triscaban alrededor de la carpa a primera hora de la mañana. El día del estreno, el dueño del negocio estuvo recorriendo el pueblo con una furgoneta megafonizada: Ha chegado el chirco para crandes y pequeños. El chirco internachonale. No llegué a saber si era una cinta grabada o había memorizado texto, tono y acento. Cuando salí de la oficina ya había acabado la función. Estuve de charla con un crío que hacía de payaso y tenía a su cargo una buena parte de la intendencia del negocio. Me explicó que estudiaba por internet y tenía exámenes presenciales a final de curso. Hablaba francés, rumano y español.

Después del verano clavaron unas estacas pintadas con espray naranja y a los pocos días trajeron una enorme excavadora para hacer el agujero donde asentarían los cimientos de la nueva casa. Lo habría fotografiado pero se han ido los días sin ver un ángulo que tuviera interés o sin ganas de pedirle al encargado que me dejara bajar al fondo del cubo. Me acuerdo siempre, viendo estas preparaciones, de una películas rodada en el hueco de lo que luego fue el centro comercial de Les Halles. Había una persecución de indios y vaqueros dentro de la excavación. Tal vez fuera Touche pas à la femme blanche.

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