5/6/11

Higiene y redes sociales

















Ni siquiera las serias advertencias de una inspectora del ramo hacen desistir a algunos amigos. Volvimos a cenar el viernes en el chino de la calle X. Los hay, además, que se regodean: vuelta la burra al trigo. Chistes de cubos de basura y origen de rollos de primavera salpicaron la elección de los menús, uno para cuatro y otro para cinco. Va a ser por variedad.

Claro que ya tiene gracia que en otros restaurantes de más empaque corra yo serios riesgos de intolerancia y aquí no haya sufrido nunca el más leve atisbo de malestar. Diremos también que hace ya un tiempo que la dirección del local decidió retirar el plástico transparente que protegía el asiento de las sillas, así que los bajos de los comensales no se ven sometidos a una lenta e insana cocción al vacío.

La sobremesa fue agradable: se habló de la incompatibilidad del arte contemporáneo y las iglesias como contenedores de aquel. Hay excepciones honrosas pero son eso: la excepción. La regla es que se cite hoy lo religioso para denostarlo. Es el péndulo que va de camino al extremo opuesto. Ya volverá, y quien ahora está espantando se verá luego contento y viceversa. Lástima de aquel término medio, cuando se glorificaba en los altares mientras que en los canecillos o en las misericordias los artesanos seguían un programa de divertidas animaladas que hoy dan gusto ver porque relativizan la eternidad cuando no la tumban.

Me acordé de la iglesia de la Puerta Roja donde se casó Rembrandt. Bajo un asiento del coro está el gentilhombre jiñando jayeres. Al lado hay dos tallas contemporáneas bastante insulsas. Creo yo que la del caganer será de época porque hoy se tiene mucho más cuidado con las bufonadas en la casa del Señor. El mayor de los atrevimientos, un astronauta en una fachada de la catedral nueva de Salamanca.

De camino a casa pensé en el burgués descompuesto, en la bacteria que le atacó y en cómo es posible que las redes sociales enciendan revoluciones en la cuenca del Mediterráneo y no hayan servido para apagar el bulo de los pepinos.

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