28/5/11

Teatro en la barcaza

Para las vacaciones me hago con una barcaza de río en la que llevaré a mi familia. Entro impunemente. El interior está sin compartimentar ni forrar. Las cuadernas están a la vista y hay mucha suciedad. A popa, entre la porquería, veo algunas piezas de madera sueltas aunque no parece que sean necesarias para el buen funcionamiento del barco. Me doy la vuelta: han entrado quince o veinte hombres que hablan en varios idiomas. Sé que también saben español pero no quieren que les entienda. Se levanta a proa un telón de terciopelo rojo y comienza una representación espléndida interpretada por los mismos hombres. Deben ser los dueños de la barcaza. Aprovecho para escapar. En un canal cercano al puerto un niñato vestido con blazer y gorra de capitán pilota un yate ridículo. Va metido en la cabina, iluminado desde abajo, con aire de superioridad. Me parece que ya sé quien es. Navega tan despacio que puedo caminar junto a él hasta que entro en el agua. No está muy fría. Hay muchas algas. Cubre poco, apenas hasta la cintura.

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