22/5/11

Bernesga y Torío

 



















Delante del convento de las Carbajalas está la plaza del Grano. Se llama de la Virgen del Camino pero usan el antiguo nombre comercial, rápido y sonoro. Tiene en medio un monumento que no acierto a distinguir bien a esta hora de la noche, sentado como estoy en la terraza del bar de la plaza. Hay dos árboles que lo flanquean. Me habían parecido álamos pero la chica que está sentada en la mesa de al lado con su novio me dice que son chopos. De puro viejos, las copas se han abierto hasta darles señorío. El camarero, como no hay tajo, ha venido a sentarse con la pareja. Trae una segunda botella de vino. Se conserva el empedrado de la plaza y lo de menos es que las mesas y las sillas cojeen. La visión de los cantos rodados hace que la sangre fluya hasta mi frente. El recuerdo de los trompazos infantiles contra el suelo llega en forma de torrente sanguíneo y no de imágenes. Ni siquiera puedo hacer memoria de un hecho concreto. Antes de retirarme, me acerco al monumento del que solo puedo leer el motivo por el fue erigido. Más arriba de la base apenas se distingue la columna y la sombra de los chopos.

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